El caos de gobierno que se vive en Nuevo León, es un laboratorio para probar hasta donde pueden manipularse las próximas elecciones presidenciales 2024, para nadie es un secreto que Samuel García, viene operando para el presidente AMLO desde que tomo posesión como gobernador de Nuevo León, el monumental y multimillonario expediente fiscal y financiero del gobernante y de las familias García Mascaro, y García Sepúlveda, lo convirtieron en un rehén del inquilino de Palacio nacional.

El triunfo en Argentina del domingo pasado del ultraderechista, Javier Milei, provoco en México todo tipo de análisis y especulaciones en torno el desenlace de la elección presidencial del 2024, la pregunta obligada es si puede un candidato de derecha desafiar a una izquierda que está instalada en el poder y empecinada en no ceder un centímetro, ni su ideología ni sus espacios, a pesar de la enorme crisis económica y de alta inflación en la que tiene hundido a su país, la respuesta es sí.

El resultado electoral que dio ayer domingo el pueblo argentino, en segunda vuelta fue para muchos sorprendente, porque muchos pronosticaron un resultado muy cerrado, pero para sorpresa de la elección fue que el candidato de la Libertad Avanza Javier Milei, obtiene el 56 por ciento, frente al 44 por ciento del peronista Sergio Massa, con una participación del 76 por ciento de la población.

Mucho ruido político durante varios meses para tan pobre resultado  que se dará al final, el “Me quedo en Morena” de Marcelo Ebrard solo puede entenderse desde la posibilidad de que se vea así mismo y haya pactado ya ser el relevo de Claudia Sheinbaum en el caso de que la golpeada candidata de Morena, no despegue o sea descalificada o no cumpla el requisito de elegibilidad, por tener antecedentes previos a un registro en el extranjero, puede ser antes de marzo  que es la fecha límite para cambiar o sustituir los candidatos, de otra manera no se entiende por qué Ebrard decidiera archivar tanta irregularidad denunciada tanta justicia exigida para acabar por tercera vez cediendo a las promesas hasta hoy siempre falsas de AMLO.

Las imágenes de un presidente de México atendiendo en Acapulco el drama de los damnificados de un Huracán, son las de Enrique Peña Nieto, del 16 de septiembre del 2013, cuando el Huracán “Ingrid” azoto las costas de Guerrero, ese día el mandatario presidio en la Ciudad de México el desfile de independencia y tras una evaluación de los destrozos de “Ingrid” y de la Tormenta Tropical “Manuel” salió de inmediato con medio gabinete a Acapulco para encabezar el rescate y allá pernocto dos días.

Pocos son los líderes aprenden en cabeza ajena, cada uno se siente muy inteligente, elegido infalible para hacer y deshacer pero una mala acción los puede arrastrarnos a un repudio generalizado de gran calado y consecuencias, lo vimos el 30 de agosto del 2005 cuando el poderoso huracán Katrina azotó a Nueva Orleans y la pobrísima respuesta del entonces también presidente George W, Bush, se concretó a sobrevolar la zona del desastre y ver desde el aire el drama, no se manchó los zapatos, ningún contacto con los damnificados eso le costó a Bush hijo el repudio generalizado de los norteamericanos que en protesta le desplomaron sus índices de popularidad fue el peor momento de su gobierno después del drama del 11 de septiembre.

La imagen del presidente AMLO, que aparece atascado en un vehículo militar en una carretera deslavada en Guerrero, rodeado del secretario de la Defensa, el secretario de Marina y la secretaria de Seguridad Ciudadana, representa penosa escena más adecuada para describir la incompetencia del Estado mexicano frente a la devastación que ha dejado a su paso el huracán Otis.

Durante más setenta años crecimos como una nación ahogada en sus mentiras. Que éramos una democracia, que nuestro voto se respetaba, que se tenían oportunidades de igualdad para todos, que había un equilibrio de poderes, que existía la justicia.