En estos días, el mundo entero está con el alma en vilo en vista de la gran incertidumbre en los comicios presidenciales en los Estados Unidos. Independientemente de que el sistema electoral en ese país requiere de unas reformas urgentes e importantes, pues se ha visto que ya llegó a su límite y que es anacrónico, hay signos de gran preocupación entre quienes somos decididos defensores de los regímenes democráticos sustentados en las libertades civiles, políticas y económicas que el Occidente con tanto trabajo ha ido conformando. Esta preocupación nace no solamente de la amenaza a estas libertades por parte de los nacientes regímenes populistas, sino también del hecho evidente de que el actual orden mundial no está funcionando bien: es injusto, acentúa las diferencias entre personas, grupos, naciones, regiones y continentes, propicia el egoísmo y el consumismo, carece de conciencia ambiental, etc.