Durante más setenta años crecimos como una nación ahogada en sus mentiras. Que éramos una democracia, que nuestro voto se respetaba, que se tenían oportunidades de igualdad para todos, que había un equilibrio de poderes, que existía la justicia.

 

Aún en medio de todas esas mentiras, los políticos, los empresarios, el ejército, los intelectuales, los medios de comunicación tenían límites y cierto pudor por maquillarlas.

 

Existía la vergüenza, era castigado el engaño cuando se hacía visible, tan evidente. Y se nos vendió la transición hacia un espejismo de la verdad que en cinco años se estrelló en el muro de la realidad.

 

Acabamos creando la mafia del cinismo, como presidente electo, AMLO promete absoluto respeto al Poder Judicial, y acabamos en cinco años después con un mandatario que a diario condena a jueces, lo mismo a magistrados, fustiga a los ministros de la Suprema Corte e insulta a una presidenta de ese tribunal supremo, porque no le cumplen sus caprichos ni van con sus intereses.

 

Como legislador y como candidato a gobernador de Nuevo León, Samuel García condenó a su antecesor Jaime El Bronco Rodríguez, por abandonar seis meses la gubernatura para irse, en 2015, a buscar una fugaz y fallida candidatura a la Presidencia.

 

Dos años después, el joven político naranja al que se le hacía fácil prometerlo todo, no sólo acabó confrontado con toda la clase política de Nuevo León instalando un gobierno de amenazas, extorsión y chantajes.

 

Samuel García, faltó a su promesa, repetida públicamente decenas de veces, y ahora pretende, en medio de una disputa legal, el irse a buscar la candidatura presidencial 2024.

 

Manda desde supuestamente el extranjero su solicitud en papel sin membrete, con firma falsa y hasta quiere imponer, por encima de la Ley y del Congreso, a quien sea su sucesor su actual secretario de gobierno. 

 

La Ley no la obedece, al Congreso lo ignora y el cinismo lo instala como la bandera que ondea sobre sus caprichosas acciones.

 

Solo dos ejemplos muy claros y contundentes de estos últimos días para exhibir la perversión de lo que hemos hecho, con un sistema político mexicano que hoy es manejado lo mismo por tiranos de izquierda que por aprendices de derecha.

 

El conformismo de la censura a través de un meme o de una imagen en TikTok nos parece suficiente condena, para esos abusos.

 

Cínico es un país y más una ciudadanía que no defiende la nacionalización de los fideicomisos de pensiones de los trabajadores del Poder Judicial y permite que, desde la secretaría de gobernación, su titular, Luisa María Alcalde, tire línea a la mayoría de los legisladores de Morena para cancelar el diálogo con la ministra presidenta, Norma Piña, como lo anunció el periodista Salvador García.

 

Cierto, el país de las mentiras era ya insostenible con apellidos como García Luna, Odebrecht, la Estafa Maestra, la Casa Blanca, Grupo HIGA, OHL, Peña Nieto, Videgaray, Osorio Chong, la Reforma Energética, la Estela de Luz, los Amigos de Fox y el Pemexgate.

 

Pero la nueva República de la despreocupación, con apenas cinco años a cuestas, ya no puede sostener las farsas del, abrazos, no balazos, la protección a los cárteles que financian las campañas para incrementar y conservar al Partido en el Poder, la Casa Gris en Houston, el huachicol fluyendo por las aduanas. Es cierto, como dice el inquilino de Palacio Nacional, no somos iguales. Ahora somos una República de falsedades e hipocresías.