Donald Trump aventó la toalla y acabo por cancelar su amenaza de que si México no hacia algo más contundente, impondrían aranceles a las importaciones mexicanas. El presidente norteamericano no puede vender la cancelación de su amenaza como una victoria, dio marcha atrás porque sabia que los legisladores republicanos de su partido, rechazarían la medida, y Trump decidió bajarse del ring vendiendo la idea de que el gobierno mexicano había cedido a sus demandas, contrayendo una victoria falsa para salvar cara y no perder el respaldo de los suyos.

 

El New York Times, lo reconoce al reportar que el envió de la guardia nacional a la frontera sur y el mantener a los centroamericanos en suelo mexicano mientras se decide su asilo en Estados Unidos, eran acuerdos ya pactados desde las reuniones de marzo entre las secretarias Kirstjen Nielsen y Olga Sánchez Cordero. Lo que muy inteligentemente México hizo bajo la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador y de Marcelo Ebrard, fue dorar la píldora, darle una nueva mano de barniz para que luciera como un nuevo acuerdo, o como decimos los mexicanos, darle por su lado al caprichoso mandatario norteamericano.

 

Por eso Trump, compró de inmediato el acuerdo porque sabía que, si amanecía el 10 de junio imponiendo los aranceles del 5%, el debate se iría al congreso norteamericano en donde republicanos poderosos como el texano Ted Cruz, le habían advertido que no pasaría. Más aun que si sobre el rechazo del congreso el presidente ejercía su derecho de veto, todos los congresistas demócratas y republicanos se encargarían con las dos terceras partes de los votos a vetar el veto. Y eso sería una doble derrota para Trump que busca reelegirse para el 2020.

 

Una vez más Trump fabrica su realidad, se la cree y sale a venderla a su favor como el gran negociador que es. Un petulante hablador que se cree dueño de la verdad absoluta, a quien los grandes lideres ya le tomaron la medida de su ego. No es un hombre serio, así sea el líder de la nación más poderosa.

 

Digan lo que digan, el ganador de esta negociación es el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien con su estrategia de tender la mano y aguantar la tormenta de tuitazos insensatos de Trump, demostró conocer bien a su adversario. El inquilino de palacio nacional en conjunto con Ebrard supieron tejer una estrategia que pese a quien le pese, funcionó, desactivar la amenaza, no hay aranceles.

 

A pesar de todo quedan tres puntos en el aire a reflexionar:

 

1.- El justo llamado de atención de Porfirio Muñoz Ledo y Nancy Pelosi alertando que los acuerdos muestran incongruencias que no van a tono con una sensata política migratoria en las fronteras norte – sur, e incluso, violentando los derechos humanos.

 

2.- La promesa de que México proveerá a los migrantes centroamericanos, de salud, educación y empleo; suena idealista. Podríamos darle esa misma pobreza a millones de mexicanos que viven en la pobreza en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Tabasco, Veracruz, Hidalgo o Puebla. Si no nos alcanza para los de casa ¡vamos a curar, educar y alimentar niños ajenos?

 

3.- que se mantiene una espada de Damocles sobre México al incluir en los acuerdos una clausula de revisión, si nuestro país no cumple en 45 días con las expectativas y nosotros nos preguntamos ¿a juicio de quién?

 

Ni hablar, viviremos con la permanente amenaza del twiter Trumpeano sobre el cuello.

 

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