“Es un honor estar con (Andrés Manuel López) Obrador”, era el grito que retumbaba al interior del Salón de Sesiones del Palacio Legislativo de San Lázaro por parte de los morenistas, justo cuando la senadora del PRI, Claudia Ruiz Massieu, fijaba la postura de su grupo parlamentario durante la instalación del nuevo Congreso el pasado 1 de septiembre.

 

La voz de apoyo al presidente electo fue una muestra de la fortaleza de la izquierda, pero también reflejó la simpatía, así como la relación que tendrán los diputados y senadores del Movimiento de Regeneración Nacional, PT y PES con el próximo mandatario.

 

Práctica común

 

En México es común que los legisladores se pronuncien a favor del jefe del Ejecutivo si éste emanó del mismo partido; no obstante, la ley establece que debe existir una separación entre ambos poderes, cosa que no sucede en la realidad ni se sanciona (en caso de incumplimiento).

 

Tan habitual es dicha práctica, que a lo largo de muchos años cada gobierno y cada presidente dan por hecho que su bancada en el Congreso será una aliada con la que podrán contar al momento de impulsar y aprobar cambios a la constitución.

 

Son lo mismo

 

Es verdad que en la política deben existir acuerdos y negociaciones para sacar lo anterior; sin embargo, durante la pasada campaña, Morena tuvo como una de sus propuestas el “rediseñar” las instituciones en este país, que incluyen las del ámbito legislativo.

 

Las porras hacia López Obrador van más allá de un acto de algarabía o de reacción a las palabras de una senadora opositora, es sumisión y subordinación hacia el Ejecutivo, dos vicios que se creían superados; después de que el 1 de julio los mexicanos votaron –en su mayoría- por la opción que se comprometió a erradicarlos.

 

Gritos y “sombrerazos”

 

Pero la polémica no terminó ahí. La primera semana de labores en el Congreso arrojó un saldo negativo para Morena, ya que dos de sus miembros, Porfirio Muñoz Ledo y Gerardo Fernández Noroña se enfrascaron en un intercambio de acusaciones durante la primera sesión ordinaria de la Cámara de Diputados. El primero le dijo “golpeador” y el segundo le respondió, “insolente”.

 

Esta discusión se originó un día antes, al término del mensaje que ofreció Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional con motivo de su Sexto Informe, donde Fernández Noroña increpó a Muñoz Ledo y al presidente del Senado, Martí Batres, llamándolos “lacayos” del mandatario por haber asistido a ese evento.

 

Para rematar…

 

No conformes con eso, Morena culminó la jornada con la peor de todas: la aprobación de licencia al “senador” de Chiapas, Manuel Velasco Coello. Como si de una novela se tratara, la fracción de este partido en la Cámara Alta dio un revés a su postura inicial de negar tal permiso al político del Partido Verde para ausentarse y regresar a su encomienda al frente del gobierno de su estado, sólo por tres meses.

 

Bastaron cuatro horas para que la izquierda sometiera a votación, por medio de la Mesa Directiva (la cual encabeza), nuevamente el tema, que para fortuna del chiapaneco, recibió el respaldo de 82 de sus pares, 31 en contra y sólo 4 abstenciones; a cambio, dicen, del “traspaso” de cinco diputados del “tucán” a las filas de Morena.

 

“Con el pie izquierdo”

 

La señal que proyectó el Movimiento de Regeneración Nacional en los primeros cinco días fue de poco respeto a la ley y de engaño para quienes votaron por él y al mismo tiempo, de mucha lealtad con López Obrador e irónicamente, con pugnas entre sus congresistas.

 

Morena está a menos de 90 días de asumir el poder federal, si quiere llevar a cabo la Cuarta Transformación, es necesario que todos sus funcionarios y liderazgos no imiten aquello que llevó al PRI a la derrota y al colapso –casi- total, pues en la vida pública también acaba mal lo que mal se arranca.

 

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