Cada vez que llega un nuevo gobierno a tomar las riendas del municipio, estado, provincia o país, es inevitable frenar el reacomodo de las personas, grupos o sectores, debido a que la supervivencia y la vigencia en la política son objetivos permanentes.

 

El arribo al poder es una lucha de intereses y consensos entre el ganador y sus correligionarios, saber a quién integrar o no al equipo de trabajo; asimismo, se adhieren, simpatizan o se acercan (momentánea o coyunturalmente) a la causa,  otros actores como los son: iglesias, partidos, asociaciones civiles y por supuesto, los medios de comunicación.

 

La dupla

 

Hoy, el ejercicio público no se puede concebir sin la participación de las compañías especializadas en la información, es decir, la radio, televisión, diarios, y portales electrónicos, los cuales son el vínculo entre los representantes populares y los ciudadanos.

 

Sin embargo, en México la relación entre el poder y varios medios suele transformarse en dependencia económica por parte de los segundos. Esta práctica -poco ética pero frecuente- es un arma de “doble filo”, ya que puede sanear y hasta equilibrar las finanzas de este tipo de empresas, pero sólo de manera temporal, pues el gobierno, al tener fecha de inicio y fin, debe cortar el suministro de dinero al noticiario, rotativo o periodista –regularmente- afín.

 

Cuando esto sucede, algunos juegan el papel de “arrendador”, en busca de ceder su línea editorial (por la vía monetaria) a la próxima administración y así garantizar su circulación o aparición, al menos un sexenio o trienio más, según sea el caso. 

 

Austeridad total

 

Sin embargo, lo anterior podría cambiar a partir del 1 de diciembre cuando arribe a la silla presidencial, Andrés Manuel López Obrador, quien, además de contar con un gran respaldo, pondrá en marcha su Plan de Austeridad Republicana, que tendrá como intención ahorrar 500 mil millones de pesos (en 6 años) como producto de una lucha en contra de la corrupción a nivel federal.

 

De implementarse tal propuesta, no sólo la reducción en el gasto corriente y las plazas de trabajo gubernamentales se verían afectadas, sino también, sería un golpe directo a aquellos medios acostumbrados a los convenios informativos y publicitarios con el Ejecutivo.

 

La extinción de muchos medios de comunicación está latente; empero, no sería algo ajeno para dicho gremio en este país, ya que en sexenios anteriores la desaparición de estos se ligaban más con la censura y la falta de libertad de expresión.

 

Renovarse o morir

 

El “tijeretazo” obradorista no ha sido mal visto por la población, lo que obligará a cada medio (nacional y local) a renovarse y a adoptar nuevas estrategias de financiamiento para subsistir, como el incrementar sus ventas, diversificar sus anunciantes, bajar sus tarifas de suscripción y apostar a la mayor generación y difusión de  contenidos en las plataformas digitales (YouTube, Facebook, Twitter, etc.), cuyo costo de operación es menor con respecto a los tradicionales.

 

Tal vez, la llamada Cuarta Transformación que impulsará AMLO tardará en consolidarse, no obstante, sus efectos primarios se reflejarán en los medios, una industria que, en su mayoría, se acostumbró a vivir del erario y que nunca se preocupó por innovar en sus productos (noticiosos) y que minimizó el impacto como el internet, errores que se pagan caro y que los tienen al borde de la extinción.

 

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