Cuando todos pensaban que las protestas en América Latina habían disminuido, la llama del descontento social se encendió nuevamente pero ahora en Chile, uno de los países que, hasta hace algunas semanas, gozaba de una estabilidad política y económica, no muy común en la región.

 

La nación sudamericana atraviesa por uno de los momentos más complicados desde el retorno de la democracia en 1990. Con manifestaciones en la capital Santiago que no se detienen y replicadas en las principales ciudades como Valparaíso, Concepción y Coquimbo, mientras que el gobierno encabezado por Sebastián Piñera no ha encontrado una solución al problema. Ruptura del sistema

 

A más de diez días de las multitudinarias concentraciones, el caso chileno es un fenómeno social que debe analizarse por las repercusiones que tendrá en el corto, mediano y largo plazo, pero también, por la manera tan rápida en la que se desarrolló.

 

Si el detonante fue el rechazo al incremento en el precio del boleto del metro, otros reclamos se añadieron, lo que a su vez develó la fragilidad de un sistema que en lo macro arrojaba resultados positivos, pero que en la realidad, limita o encarece la vida de las personas.

 

País “efervescente”

 

La situación chilena no es cosa menor, aunque el presidente Piñera ha anunciado medidas para paliar la crisis, incluyendo la renuncia de varios de sus colaboradores, sus gobernados demandan transformaciones de fondo que permitan, según ellos, crear un sistema más justo y equilibrado.

 

Asimismo, dicha movilización no escapa al contexto internacional, es decir, lo acontecido tiene como origen las carencias –históricas-, la polarización que existe desde hace décadas en Sudamérica, con grupos estructurados con ideologías bien definidas que han visto la oportunidad para colocar sus temas en la agenda mediática.

 

El mundo virtual

 

Un factor relevante son las redes sociales, comunidades virtuales que fungen como espacios de convocatoria, discusión, intercambio de información y como medios de comunicación, las cuales han permitido llenar los vacíos gubernamentales y darle mayor relevancia a los sucesos.

 

La “pinza” se cerró, la inconformidad virtual y presencial se juntaron, una combinación ideal para desestabilizar a cualquier régimen; no obstante, el embate de unos y la contención de otros seguirá unas meses más, pues el bando ciudadano no parece dar muestras de debilitamiento.

 

El 2019 será un año recordado por el despertar ciudadano en varias partes del mundo, donde el bienestar, la justicia y la democracia parecen no llegar y para ser escuchada, la gente llena las plazas públicas, coloca barricadas, grafitea fachadas, acciones que por desgracia son la única fórmula para que los poderosos atiendan a los agraviados, así sea en el norte o en las regiones más australes del continente.

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