Determinadas perspectivas vinculadas con crónicas pensaban que había un gran equilibrio ecológico donde la caza, agricultura y pesca no modificaban ni impactaban sobre el medio, señala Marta Martín Gabaldón, coautora de “Impacto ambiental y paisaje en Nueva España…”

 

Es falso que las sociedades indígenas vivían en armonía con la naturaleza y que había un gran equilibrio ecológico a la par del desarrollo de actividades como la caza, la agricultura y la pesca, expresa en entrevista Marta Martín Gabaldón, coautora del libro “Impacto ambiental y paisaje en Nueva España en el siglo XVI”.

 

Dicho título forma parte de México 500, colección de 15 libros firmados por 17 especialistas, editados por la UNAM a través de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial y del Instituto de Investigaciones Históricas.

 

“Durante mucho tiempo la historiografía o determinadas perspectivas vinculadas con crónicas pensaban que, de manera general, en América las sociedades indígenas vivían en armonía con la naturaleza, que había un gran equilibrio ecológico donde la caza, agricultura y pesca no modificaban ni impactaban sobre el medio ambiente. Esa idea se puede traducir a que las sociedades americanas eran prístinas y eso es falso”, señala.

 

La también investigadora de la UNAM expresa que exploraciones arqueológicas y documentales evidencian que los pueblos indígenas desde mucho antes de la llegada de los españoles desarrollaron técnicas para mitigar daños al ambiente.

 

    “Esa idea se puede traducir a que las sociedades americanas eran prístinas y eso es falso”

 

“Algunos ya vivían en un ambiente de degradación, en Oaxaca lo vemos en algunos lugares, y desarrollaron técnicas para ir frenando esa degradación. La presión demográfica en época prehispánica, en determinados momentos, llegó a ser muy grande sobre ese escenario natural. Es una idea con la que comenzamos el libro”, detalla.

 

¿Hubo cambios en cuanto al manejo del agua?, se le pregunta. “Las transformaciones relacionadas con el recurso hídrico sí fueron muy drásticas, pero no tenemos que perder de vista que ya existía toda una tradición de manejo de agua en tiempos prehispánicos”.

 

El impacto de la desecación y la construcción de albarradones en la Cuenca de México modificaron drásticamente el paisaje, añade, “aunque hemos de decir que la construcción de la mega urbe que es hoy la Ciudad de México no fue un proceso inmediato, sino de constantes modificaciones a lo largo de cuatro siglos”.

 

Martín Gabaldón indica que en el libro también se analizan las formas de organización de trabajo y las técnicas que respetaron los españoles.

 

“En el ambiente del siglo XVI fueron escasos los lugares donde se introdujo el arado, el transporte era costoso, el hierro escaseaba y prácticamente todo venía de la Península Ibérica; además, la propia orografía y el terreno mesoamericano no favorecía la implantación de determinadas técnicas, entonces el manejo del recurso hídrico sí se llegó a innovar con técnicas de irrigación: estoy pensando en las norias que es un aprendizaje árabe”, explica.

 

Un caso contrario fue el cultivo de la milpa, sistema que se conserva hasta nuestros días. “Se respetó el uso del maíz como la base de la alimentación, fue un elemento muy importante para el tributo y además no había otra manera de cultivarlo. Los españoles respetaron la técnica del palo plantador que es la que respeta el ecosistema de la milpa, no trataron de imponer otra técnica, quizá por desconocimiento y porque vieron que sí funcionaba, incluso, no la alteraron”.

 

Organización del trabajo y paisaje

 

Martín Gabaldón señala que el impacto al paisaje cultural no se debe ver sólo como la naturaleza física ya que también se manifiesta en las formas de organización del trabajo porque esas formas modulan el paisaje, por ejemplo, los caminos que se trazaron para el desarrollo de la minería en el norte del país.

 

“Queríamos descentralizar la visión y no sólo hablar del Valle de México. Hay un apartado dedicado a la minería, aunque se desarrolla abundantemente en la zona de Taxco, Guerrero, y que nos lleva por los derroteros del norte, actividad que articuló a la sociedad y a la economía de manera novedosa”, expresa.