La disminución de la población indígena aca¬rreó el fin de la presencia de la orden, la cual dependía de la primera para su existencia y subsistencia, añade Miguel Messmacher / Habla de su libro La búsqueda del signo de Dios…

 

Miguel Messmacher (Ciudad de México, 1934), arquitecto y doctor en antropología, ha combinado de manera continua las tareas de investigación con la práctica profesional en el campo de la planeación del desarrollo, plantea en su libro La búsqueda del signo de Dios (ocupación jesuita de la Baja California, un recorrido histórico-antropológico de la llegada de los jesuitas al Nuevo Mundo en el siglo xvii

 

También discute mitos, creencias, leyendas a las que se liga la orden religiosa que logró transformar el devenir indígena y su mundo, ordenando éste de acuerdo con los rumbos de la peregrinación religiosa, ocupación en la que se enfrenta a dos factores de resistencia insuperables: la población indí­gena, sus características y nivel de desarro­llo, y el medio ambiente, los cuales no permiten su materialización, sino que se convierten en factores coadyuvantes del fracaso misionero y de la discontinuidad histórica.

 

«El interés por profundizar en la problemática de la ocupación jesuita de la Baja Ca­lifornia me surgió en 1965, mientras recorría de norte a sur la península, en compañía de otros investigadores del inah, con el pro­pósito de dar a conocer el estado de las misiones y llevar a cabo un primer levanta­miento de éstas. La vista de las misiones, aisladas y a veces desiertas, en el marco natural de un paisaje dramático de fuertes contrastes, y la representación imaginaria del pueblo de sombras que les daba vida, me hicieron repetidamente preguntarme por las razones profundas que llevaron a los jesuitas a emprender esta empresa».

 

    ¿Cuáles serían las motivaciones his­tóricas para entender la misión jesuita?

    Para tratar de dar respuesta a estas interrogantes y a muchas otras que se suce­derían en el curso de la investigación, se decidió, después de un primer análisis de la información existente, rica en un sentido y limitada en otros, encuadrar el análisis en su espacio-tiempo más amplio que abarca­ra al continente americano en los siglos y , sin soslayar, desde luego, referencias europeas y asiáticas an­teriores y posteriores. Si bien el tramo de tiempo y de espacio es muy vasto, los re­sultados demostraron que, sin éste, difícil­mente se hubiera podido responder con la amplitud necesaria a las interrogantes, transformadas en ejes vertebrales de la in­vestigación.

    En su libro, usted insiste en hablar de cierto fracaso de la misión jesuita en América y la poca visión que tuvieron para entender el universo al que habían llegado, ¿podría explicar que provocó ese fracaso?

    Como el acercamiento de los jesuitas fue semejante al de otros colonizadores y a lo que éstos habían emprendido en el pasa­do reciente, no entendieron la fragilidad de un sistema que, como todo ecosistema, no constituye nunca una totalidad bien inte­grada, ni comprendieron la existencia de una regulación social que mantenía preca­riamente la organización y la vida y permi­tía la reproducción del sistema. Ante este equivocado e insuficiente entendimiento de la situación por parte de los jesuitas, toda la ocupación entró en crisis, hasta que se extinguieron la población indígena y el sis­tema misional que de ella dependía.

 

    Entonces podríamos decir que el ca­lifornio pagó un precio muy alto en su proceso histórico.

 

    Con la ruptura ecológico-cultural, la disminución de la población indígena aca­rreó el fin de la presencia jesuita, la cual dependía de la primera para su existencia y subsistencia. En suma, en esta ocupación la continuidad histórica dio lugar a una dra­mática discontinuidad, a consecuencia de la cual el californio, sobre todo, pagó un precio histórico muy alto: su desintegra­ción como sociedad y como grupo humano. Es decir, en el periodo de 1697 a 1768 la California pasa de ser una sociedad indí­gena sin historia a tener una historia sin sociedad: la ocupación jesuita de la Baja California, que se inscribe en un proceso de continuidad, llega a conformar una discon­tinuidad político-religiosa, cultural y de­mográfica.

 

    ¿Cómo podríamos entender en la ac­tualidad el discurso de los jesuitas en el campo de las mentalidades?

 

    Puesto que el discurso de los jesuitas, cualquiera que hubiera sido su convicción, emoción o énfasis, no es más que un con­junto de ideas hechas y de lugares comu­nes, su análisis requiere un nuevo método: el que preconiza la historia de las mentali­dades para explorar en el fondo de las co­sas, en los estratos más bajos del conoci­miento, la razón de las actitudes y conduc­tas, a semejanza del viejo método etnológi­co, en el cual la mentalidad designa al psiquismo, que aparece como un fenómeno colectivo y propio de individuos cuya vida psíquica está hecha de reflejos y automatismos.