La investigación de los mecanismos cerebrales que se encuentran asociados a la actividad sexual y su consecuencia más evidente, el orgasmo, ha permitido descubrir las diferencias que existen entre los orgasmos genuinos y los fingidos.

 

¿Recuerdas la antológica escena del restaurante en la comedia de 1989 Cuando Harry encontró a Sally? Allí Meg Ryan (Sally) y Billy Crystal (Harry) discuten sobre si los hombres son capaces de reconocer cuándo una mujer finge un orgasmo. Sally dice que no pueden y, para probarlo, le hace una demostración ante la mirada atónita de los parroquianos. Es probable que los hombres sean incapaces de saberlo, pero si tienen a mano un escáner la cosa cambia gracias a que en 2003 un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Groninga (Holanda) decidió ver qué pasaba en el cerebro en el momento del orgasmo.

 

Para ello reclutaron a 11 parejas –heterosexuales y diestras- entre 19 y 39 años para que disfrutaran de aquello que, según la primera sex-symbol del cine Mae West, mantenía al médico lejos si tenías uno al día. Claro que en este tipo de estudios el ambiente es bastante peor que en una peli porno. Imagine un equipo de investigadores dando vueltas a su alrededor mientras su pareja le excita manualmente y sin mover lo más mínimo su cabeza, colocada dentro del escáner PET (tomografía por emisión de positrones). Es lo que tiene usar una tecnología que todavía se encuentra al mismo nivel que la fotografía en el siglo XIX: como se tarda muchos minutos en tomar una imagen hay que estar bien "quietecito". Curiosamente, durante los experimentos los sujetos sintieron frío en los pies así que los científicos tuvieron que ponerles calcetines. ¿Cabe una escena más erótica?

 

La actividad cerebral durante un orgasmo fingido

En los hombres es fácil saber cuándo llegan al orgasmo al venir acompañado por la eyaculación, pero con las mujeres el asunto se vuelve más complicado ya que no proporcionan ninguna señal inequívoca. Por eso también se les pidió que fingieran un orgasmo. La sorpresa fue mayúscula: la actividad cerebral es absolutamente diferente. En un orgasmo real se produce, cuenta el director de este estudio Gert Holstege, “una desactivación extrema de grandes zonas del cerebro, especialmente de los centros del miedo”. Al parecer las mujeres apagan las partes relacionadas con los sentimientos y el miedo para poder disfrutar con toda intensidad del clímax sexual. Por el contrario, “en una mujer que finge el orgasmo descubres que no solo el cerebelo, sino la corteza –la parte consciente del cerebro- también está activo”, añade Holstege. Dicho de otro modo, para tener un verdadero orgasmo la mujer debe asegurarse de que el miedo y el estrés no entran en el juego. Esto último implica, comenta Holstege, que “es muy complicado que una mujer disfrute del sexo si tiene un alto nivel de ansiedad”. Y un dato curioso revelado por este equipo holandés: durante el orgasmo los hombres desactivan su cerebro mucho menos que las mujeres.

 

En general, una de las partes más calladas es un grupo situado cerca de la parte frontal del cerebro, la corteza orbitofrontal lateral izquierda, que gobierna el autocontrol ante deseos básicos. También se produce un descenso en la actividad de la corteza prefrontal dorsomedial, que desempeña un papel crítico en la toma de decisiones y en el razonamiento moral y el juicio social. Dicho de otro modo: un orgasmo en condiciones produce en el cerebro un mensaje del estilo “esto es tan bueno que me da igual lo que suceda”. Debe ser tan bueno que cae estrepitosamente la actividad en la amígdala, nuestro particular centro de vigilancia. “El miedo y la ansiedad necesitan ser evitadas a toda costa si una mujer desea tener un orgasmo”, dice Holstege. En la reunión de 2005 de la Sociedad Europea de la Reproducción Humana fue más lejos y afirmó: “en el momento del orgasmo, las mujeres no tienen ningún sentimiento emocional”.

 

No todos son iguales

Pero esa falta de emoción no se aplica a todos los orgasmos en las mujeres. El psicólogo Barry R. Komisaruk y la sexóloga Beverly Whipple de la Universidad Rutgers (Nueva Jersey) han estudiado los patrones de activación cerebral en mujeres que un accidente en la espina dorsal las dejó sin sensibilidad en las extremidades inferiores. Estas mujeres fueron capaces de alcanzar un orgasmo profundo, no clitoriano, mediante estimulación mecánica (utilizando un dispositivo de laboratorio) de la vagina y la cerviz. Al contrario de los resultados de Holstege, el equipo de Komisaruk encontró que iba acompañado por una activación general del sistema límbico, el lugar donde se asientan las emociones.

 

Entre las regiones activadas se encuentran la amígdala y el hipotálamo, que produce la oxitocina y cuyos niveles se cuadruplican en el orgasmo. También aumenta la actividad en el núcleo accumbens, una parte fundamental del circuito de recompensa del cerebro que parece mediar en el placer orgásmico de las mujeres. También vieron una actividad inusual en la corteza cingulada anterior –que está relacionada con la toma de decisiones y los procesos valorativos- y en la ínsula –relacionada con las emociones y los deseos conscientes, como la necesidad de comida o drogas-. Curiosamente la antropóloga Helen Fisher ha encontrado que ambas áreas del cerebro se disparan en las últimas fases de la relación amorosa. ¿Conectará el placer sexual femenino con la unión emocional por la pareja?

 

En el caso del hombre, Holstege pidió a las mujeres que estimularan el pene de su pareja hasta que eyacularan y vieron una activación extraordinaria del área tegmentaria ventral, un centro crucial del circuito de recompensa del cerebro, con una intensidad comparable a la inducida por la heroína. Puesto que eyacular significa la supervivencia de una especie, no es de extrañar que semejante hecho haya sido favorecido por la evolución con un mecanismo que proporcione la mayor recompensa posible.

 

Estos científicos también vieron un pico de actividad en las regiones del cerebro involucradas en la memoria visual e incluso en la misma visión; las razones son obvias… La parte anterior del cerebelo también se encendió a altas revoluciones. El cerebelo, que durante años se ha identificado como el coordinador de los comportamientos motores, ahora se sabe que también desempeña un papel en el procesado de las emociones. ¿Se asienta ahí la componente emocional del orgasmo masculino? Y, al igual que en las mujeres la amígdala, el centro de vigilancia y del miedo del cerebro, cae en picado en la eyaculación: hay que estar a lo que se está y no atento a otras cosas…

 

Excitarse sin llegar al final

En otro momento del estudio se estimuló a los voluntarios sin llegar al orgasmo y se encontraron diferentes comportamientos cerebrales. Como era de esperar, en ambos sexos la amígdala se desactivaba. Pero en los hombres una de las partes más antiguas del cerebro que se encuentra ligada a las emociones, la ínsula, se hacía más activa.

 

Al parecer, los hombres responden de manera diferente al estímulo de sus genitales: quieren racionalizar la experiencia, darle importancia. Por el contrario, las mujeres simplemente disfrutan de la sensación. “Los hombres ven como algo muy importante interpretar lo que está sucediendo”, dice Holstege, “para ellas lo prioritario es lo que sienten”. Esto puede estar motivado porque los orgasmos femenino y masculino tienen un origen evolutivo diferente. El orgasmo masculino está directamente ligado a la reproducción (por la eyaculación) mientras que el femenino posee un papel evolutivo menos obvio. Algunos investigadores piensan que podría ayudar físicamente a retener el esperma, o quizá desempeñe una función social sutil, como impulsar la creación de lazos con la pareja. Si el orgasmo femenino evolucionó por razones sociales no es raro pensar que posea unos patrones más complejos.