Quizá tú seas una de esas personas que afirma recordar cosas que le pasaron cuando era bebé pero ¿qué dicen los estudios científicos al respecto?

 

¿A qué edad empezamos a tener recuerdos? Aunque se trata de algo poco frecuente, algunas personas pueden llegar a recordar vivencias que les pasaron cuando todavía no habían llegado siquiera a cumplir los tres años. En general, la mayoría de la gente comienza a fraguar sus memorias en la cabeza a partir de los tres o cuatro años. Sobre la primera infancia, lo más común es sufrir una especie de amnesia infantil que hace muy difícil que recordemos absolutamente nada de lo que pasó antes de llegar a esa edad.

 

Y, a veces, aunque creamos recordar un evento en concreto, puede que no se deba realmente a cómo nuestra cabeza cuando éramos niños procesó dicho evento, sino más bien a la reconstrucción que nuestra mente ha hecho posteriormente gracias al relato que hemos escuchado por parte de nuestros padres o familiares.

 

El experimento de la caja mágica

Sin embargo, un estudio publicado en el año 2012 en la revista Child Development  muestra que algunos niños eran capaces de almacenar ya recuerdos con claridad a la tempranísima edad de dos años.

 

Los investigadores llevaron a cabo un experimento al que llamaron "Magic Shrinking Box" y en el que participaron  46 niños de entre 27 y 51 meses de edad. En él, los pequeños colocaban un juguete en la parte superior de una "caja mágica", activaban una palanca y el juguete desaparecía para, en su lugar, aparecer otro juguete en miniatura a través de la caja, acompañado de sonidos y luces llamativas.

 

Durante dos días, los investigadores enseñaron a los niños a usar la máquina y al tercer día les hicieron una entrevista preguntándoles si sabían cómo usar la máquina y se les entregó una medalla por haber participado. Seis años más tarde, cuando los preadolescentes habían cumplido entre los diez y los doce años, el equipo de investigación volvió a entrevistarlos, enseñándoles una medalla como la que les habían otorgado en su día y preguntándoles si recordaban lo que era.

 

Solo una quinta parte de los niños lo recordaba, pero de ellos, dos tenían en el momento inicial del experimento menos de tres años. Al parecer, lo único que tenían en común todos los que sí preservaban el evento en su memoria era que durante las semanas siguientes al mismo habían estado hablando continuamente de su experiencia con la caja. Lo que hizo pensar a los investigadores que la comunicación y la verbalización podía ayudar a ejercitar la memoria desde muy pequeños.

 

Características y factores de los recuerdos infantiles

Los recuerdos que tenemos en la infancia, su carácter general y número, dependen de una serie de factores. Para recordar eventos vividos de manera consciente, hay que tener ideas y estas a su vez dependen del lenguaje. Es lógico suponer, pues, que el grado de desarrollo del lenguaje del niño determinará en parte la amplitud y variedad de sus recuerdos.

 

En un estudio que se remonta a 1933, los investigadores llegaron a la conclusión de que prácticamente todos los recuerdos, con la posible excepción de uno o dos, se remontan a un período en el que los hábitos lingüísticos elementales estaban bastante firmemente establecidos en los niños.

 

Los investigadores también encontraron un segundo factor muy relacionado con el lenguaje que influía en los recuerdos. Nos estamos refiriendo a la inteligencia. Una persona con una clara discapacidad intelectual ve limitada su gama de experiencias y, por tanto, la variedad y el número de recuerdos.