“Se ha alcanzado la excelencia como líder,

cuando la gente lo sigue a uno a todas partes,

aunque solo sea por curiosidad”. Collin Powell  

Con el fin de conseguir resultados efectivos, los gerentes de Politing han popularizado el lobby o lobbying, anglicismo que muchos aseguran no tiene significado exacto en castellano, pero cuya traducción oficial ya, es cabildeo.

Es conveniente plantear que ni la palabra en inglés ni la traducción de la Academia de la Lengua, deben confundirse con presión indebida, echar flores, galanterías y piropos, decir mentiras, o incomodar con atenciones, halagos, banquetes y comilonas. Indican la actividad que terceras personas realizan para influir sobre las decisiones que otras toman. Los lobbystas o cabildeos, son entonces, contratados como especialistas para que hablen directamente, den información y presionen -en el buen sentido de la palabra- a los encargados de tomar las decisiones en un asunto específico, lo que le confiere característica íntimamente relacionadas con direccionar las “respuestas del Estado frente a situaciones consideradas socialmente como problemáticas” definición de políticas públicas propuesta por el autor.

Es interesante también resaltar, cómo el lobby se reconoció como tal en Inglaterra y en Estados Unidos, hace tan sólo unas pocas décadas. En los países latinoamericanos, tal concepto -aunque no del todo novedoso- debido a su falta de explicación, análisis y sobre todo de reglamentación, ha originado una desafortunada confusión de términos y conceptos. Basta remitirse a al boletín No. 8 de 1990, de la Universidad de Culiacán, Estado de Sinaloa, México, en donde aparece una carta de una estudiante dirigida a su tutor, comentando con angustia que está “cansada de hacerle lobby al profesor de sociología, para que le aclare la nota de la materia… pero no ha sido posible encontrarlo”. Aquí, en anglicismo se usa con un claro sentido de búsqueda o si acaso de antesala.

Es necesario resaltar el hecho de que al darse la actividad de lobby, se presupone un pago de honorarios. De acuerdo con lo anterior, subyace la presencia -o al menos es posible distinguir- una tercera persona diferente tanto de quien necesita y contrata el lobby, como de aquélla a quien está dirigido el objetivo de éste.

La función principal del lobbysta o cabildero es la de obtener resultados específicos favorables a su cliente -lo cual implica el pago de honorarios- utilizando la información como un instrumento, no como un fin. Así, la base del lobby es conocimiento, que -como valor de intercambio- ofrece una de las partes para que reciba la otra.

No conveniente utilizar el concepto de lobby para todo lo que supone defender un interés sectorial o particular o entenderlo como toda manifestación pública, interesada en obtener determinado cambio institucional o hecho accidental. Resulta entonces, arbitrario incluir a sindicalistas, diputados, empresarios, productores, funcionarios, etc., en una misma bolsa etiquetada como lobbying, pues así se aceptaría que la comunidad es un debate entre lobbystas y no lobbystas. Para algunos, el lobby -al entenderse como antesala- es la etapa anterior que cumplen los interesados antes de que se tome la decisión final.

Resulta necesario institucionalizar en Latinoamérica la figura del cabildero mediante su inscripción y registro, con el fin de que la comunidad pueda identificar a este profesional en el plano político-institucional y establecer las normas para el ejercicio de esta “profesión” que combina tecnicismo, habilidad política y relaciones sociales. Tecnicismo por que requiere conocimientos, acceso y procesamiento de información y habilidad específica para su desempeño; habilidad política, puesto que su desarrollo implica manejarse en ámbitos políticos, tanto legislativos como ejecutivos y relaciones sociales, porque son la esencia de este ejercicio, como vínculo entre las dos anteriores.

Y es que se como parte del control, se debe determinar la inscripción de los operadores, quienes deben informar el nombre, domicilio profesional, datos del empleador o interesado, permanencia de la gestión, retribución, detalle de gastos, publicaciones realizadas, interés de quién se trabaja, duración de su mandato, entre otros datos que se deben presentar de acuerdo con un formulario oficial para el registro de «lobistas».

El lobby, entonces, es una actividad para influir sobre las decisiones ya que la voluntad del hombre es libre y por lo tanto influenciable. Es una herramienta que puede utilizar cualquier actor para buscar su efectividad (eficiencia de los recursos, con la eficacia de las estrategias) y no resulta difícil aceptar la profunda y decisiva incidencia que puede ejercer sobre todas y cada una de las etapas del proceso integral de políticas públicas: creación, formulación, implementación, evaluación, análisis y reestructuración, también útil para que algunos candidatos no sigan creyendo que la probabilidad de que los semáforos les den luz roja, es directamente proporcional al apuro que llevan para hacer lobby.