Al margen del desenlace de las investigaciones, el atentado perpetrado contra el periodista Ciro Gómez Leyva, es deplorable y condenable véase por donde se vea.

 

El ejercicio de la libertad de expresión,es piedra angular en cualquier democracia y atentar contra esa ley,con violencia es un intento por callar voces que tienen todo el derecho a expresarse, a ser escuchadas frente a los abusos del poder, sea político, económico o del crimen organizado.

 

En México, por desgracia, la violencia contra los hombres y las mujeres de la comunicación ya es alarmante en nuestro día a día.

 

No en balde por cuarto año consecutivo tenemos el deshonroso privilegio de ocupar el primer lugar en el planeta en el número de asesinatos a periodistas.

 

Tan solo en los primeros 10 meses de este 2022 se rompió el récord como el año más mortífero en México para ejercer el periodismo crítico, 14 asesinatos y sumando.

 

Es más peligroso ejercer el periodismo en nuestro país que en Ucrania o en medio oriente, naciones en guerra.

 

Eso lo asienta en su informe de este año la organización mundial Reporteros Sin Fronteras.

 

Pero el caso de Ciro Gómez Leyva,viene a exaltar es la siembra de odios que desde el poder político se ejerce en contra de comunicadores que le son incómodos al régimen en turno.

 

Desde Donald Trump, en Estados Unidos, pasando por Jair Bolsonaro en Brasil o Nayib Bukele en El Salvador, los mandatarios extremosos satanizan a la prensa, a la televisión y a las redes sociales que los cuestionan, despreciando la labor de difusión de las ideas y haciendo del insulto directo su arma de defensa contra todos aquellos que no opinan como ellos o que opinan en su contra, analizando la realidad y diciendo la verdad.

 

Ni Trump,ni Bolsonaro,por citar a dos verdugos compulsivos de los medios y los periodistas habrían perdido sus respectivas reelecciones.

 

La crítica en ambos casos tenía razón. Y el pueblo ya no los avaló en las urnas.

 

Pero, sin duda, el mandatario que mejor tipifica en el mundo al sembrador de odios contra los comunicadores es el presidente AMLO. Desde su diario púlpito, el inquilino de Palacio Nacional ha convertido su plática mañanera en el paredón para ejecutar a quienes lo cuestionan en los medios de comunicación o quienes analizan sus opiniones y las critican.

 

Sin recato alguno, el presidente López Obrador,deja caer la guillotina con juicios sumarios, la mayoría falsos, sobre la labor de determinados periodistas o de algunos medios de comunicación a los que sataniza a diario.

 

La aversión presidencial u odio contra el Reforma, El Universal o El Financiero, así como contra los periodistas Carlos Loret, Raymundo Riva Palacio, Ciro Gómez Leyva, Sergio Sarmiento e incluso Carmen Aristegui y Denise Dresser, o Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, es muy marcado contra de ellos.

 

Todo lo que ellos digan o publiquen, tengan o no razón, merece el desprecio presidencial y, por supuesto, del pueblo bueno y sabio, según reza su frase del presidente.

 

Aunque para justificarlo lo disfracen de derecho de réplica presidencial. Por fortuna, Ciro Gómez Leyva, no cayó en el juego sucio de fabricar presuntos culpables.

 

Con justa razón habrá que esperar a que se terminen las investigaciones para concluir si fue algo que publicó o difundió algo que incomodó a alguien del “poder político”, económico,o del crimen organizado, o si el atentado es una provocación para agitar más las turbias aguas de la política nacional, o es síntoma de nerviosismo presidencial.

 

Lo único cierto es que el gran sembrador de “odios” contra los periodistas, mora y pernocta en Palacio Nacional, solo debemos recordarle el refrán popular dice: “ que con la vara que midas, seras medido” cuando termine su tiempo en el poder será otro AMLO.

 

Porque si a la siembra de odios, se le suma el factor impunidad, al dejar sin solución las muertes de decenas de periodistas, el resultado es letal.

 

Odio más, impunidad igual a invitación a hacerle el favor a alguien.

 

Bien haría el presidente López Obrador, en revisar su estrategia de siembra de odios hacia los comunicadores, porque podría acabar convertida en un su pesadilla.

 

Por supuesto que el mandatario tiene todo el derecho de defenderse de acusaciones, con hechos, no con insultos o defenestraciones hacia medios y periodistas.

 

Le guste o no al inquilino de Palacio Nacional, aquellos quienes ordenaron, jalar el gatillo en el atentado contra Ciro Gómez Leyva, pensaran que también le hicieron un favor al presidente. Y eso es muy peligroso.