Hace más de 50 días que se llevó a cabo la elección más grande en la historia de México, esa en la que estuvieron en juego miles de puestos, en la que hubo ataques y denuncias entre partidos, así como la incertidumbre política y económica por la victoria de tal o cual candidato.

 

Por más de cinco años y medio (enero de 2013), los mexicanos “desayunaron, comieron y cenaron” información relacionada con la sucesión presidencial de 2018, que preveía como figuras centrales al eterno aspirante de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (entonces del PRD) y por el tricolor, se mencionaba a Miguel Ángel Osorio Chong.

 

Inicio del colapso

 

Las semanas y los meses pasaron y la (pre) pre contienda se fue encendiendo de a poco tras las declaraciones y acusaciones entre uno y otro bando. El desgaste del gobierno de Enrique Peña Nieto inició en 2014, específicamente en septiembre, un mes “fatídico” desde todos los ángulos.

 

Una huelga convocada por estudiantes del Instituto Politécnico Nacional en rechazo a la aprobación de los nuevos planes de estudio de dicha casa de estudios (25 de septiembre) y la desaparición de 43 jóvenes normalistas en la ciudad de Iguala, Guerrero (26 y 27 de septiembre), aceleraron la debacle del régimen priista, de la que ya no pudo sobreponerse.

 

Los años previos

 

El 2015 y 2016 marcaron el rumbo político de México. La derrota del PRI en el ámbito local a manos del Partido Acción Nacional y del Movimiento de Regeneración Nacional, allanó el camino para que la oposición llegara nuevamente al poder.

 

A finales de 2017, las principales fuerzas definieron a su respectivo abanderado rumbo a los comicios del año siguiente; y lo que se vislumbró como una de las batallas (electorales) más fuertes, terminó siendo una contienda relativamente pasiva, debido al bajo número de golpes o videoescándalos difundidos a través de los medios de comunicación.

 

Lo anterior, se convirtió en un factor que condujo al triunfo aplastante de López Obrador sobre el panista Ricardo Anaya y al mismo tiempo, le dio mayor fortaleza política y legitimidad.

 

Camino libre

 

Desde el 1 de julio (día de la votación), pasando por el 8 de agosto (día de la entrega de la constancia de mayoría por parte del Trife) hasta el 20 de agosto (día de arranque formal del proceso de transición), el camino de López Obrador rumbo a Los Pinos ha tenido pocos obstáculos y un amplio respaldo ciudadano.

 

El acercamiento entre AMLO y el todavía mandatario, Enrique Peña Nieto es algo inédito, ya que las críticas y desencuentros entre ambos personajes datan de 2009; ahora, con un lenguaje moderado e institucional, tanto el presidente constitucional como electo se enfilan para realizar el cambio de estafeta más coordinada de las últimas décadas.

 

¿Y las promesas?

 

Falta mucho tiempo para que el tabasqueño asuma las riendas del país y aún quedan planes por aclarar o definir entre las administraciones saliente y entrante, como el análisis de los contratos vinculados a la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, las licitaciones en Pemex y CFE o la investigación de casos de corrupción como la Estafa Maestra.

 

Si Andrés Manuel López Obrador pretende arrancar con fuerza, es momento de que el respeto y la diplomacia con el peñanietismo vayan en paralelo con los posicionamientos sobre temas clave, porque de nada servirá una transición tersa sin un (nuevo) gobierno que indague a su antecesor.

 

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