Ganar tiempo, fue el principal resultado del reciente acuerdo firmado entre México y los Estados Unidos de América, en el cual tuvo como punto crucial la no imposición de aranceles a los productos nacionales que ingresen al vecino país del norte.

 

De este lado de la frontera se ha cuestionado la debilidad mostrada por el gobierno federal ante los embates de la administración encabezada por el presidente Donald Trump; sin embargo, la asimetría entre los dos, hizo imposible una negociación equilibrada.

 

Más allá de las propuestas planteadas por Washington y la aceptación de varias de éstas por parte del equipo liderado por el canciller Marcelo Ebrard, se encuentran las repercusiones por la firma de este convenio en países como Guatemala, El Salvador y Honduras.

 

La ola imparable

 

Si bien la migración es un fenómeno creciente a nivel mundial, en este continente lo es aún más, pues a México llegaron en 2018 alrededor de 450 mil indocumentados, la mayoría de ciudades y pueblos centroamericanos; y en lo que va de 2019 la cifra va en aumento, rebasando las 300 mil personas en los primeros tres meses y que, de seguir la tendencia, alcanzaría el millón de inmigrantes.

 

La línea divisoria entre México y Guatemala es de 573 kilómetros, en la cual existen 8 puntos para cruzar legalmente hacia uno u otro territorio; no obstante, esta frontera es tan “porosa” que quien cruza por la selva o el río Suchiate puede internarse en el país y continuar su camino hacia la unión americana.

 

Puntos críticos

 

Actualmente, la migración en el mundo tiene cuatro lugares clave, el primero va  de Siria a Turquía, el segundo a través del Mar Mediterráneo en los sitios más cercanos entre África y Europa (norte de Marruecos con el sur de España y el norte de Túnez y Libia con la isla de Sicilia en Italia), el tercero, en los límites de Venezuela con Colombia y el último, en Chiapas y Baja California (fronteras sur y norte).

 

Con tal flujo de personas y presiones del exterior, México está obligado a reforzar la vigilancia a lo largo de la franja sur y al mismo tiempo, brindar asistencia a quienes ya realizaron su trámite de residencia permanente, asilo político o trabajo temporal.

 

Soluciones viables

 

Dentro de las condiciones fijadas por Trump se incluyó la deportación inmediata de los migrantes capturados en Estados Unidos hacia tierras mexicanas para que aquí esperen la resolución de su solicitud de refugio. 

 

La contención de la diáspora no resolverá el asunto de fondo, por ello, se necesitará la cooperación más estrecha y permanente de los gobiernos del llamado Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras), inversiones en la zona para generar más fuentes de empleo, planes educativos de calidad que formen a más alumnos, así como una vigilancia a la administración y aplicación de los recursos que les pudieran otorgar tanto Estados Unidos como México.

 

Cada problema deberá atenderse desde la raíz y no pasa por enviar a más efectivos de la Guardia Nacional, incorporar a más elementos del Instituto Nacional de Migración o endurecer la ley, México también puede extender sus programas económicos y de infraestructura (de la mano con la iniciativa privada) a las regiones desfavorecidas de Centroamérica, de lo contrario, quedará mal con la potencia del norte y los hermanos del sur.

 

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