Por: Dr. Aldo Manuel Alvarez Moran, Cirujano cardiotorácico y profesor de tiempo completo de la Escuela de Medicina de la Universidad Anáhuac Puebla

 

El coronavirus produce el síndrome respiratorio agudo severo (SARS CoV-2), el cual, constituye un problema sanitario mundial muy crítico que se está produciendo en la actualidad. Hasta el momento, la Organización Mundial de la Salud, reporta que más de 3.3 millones de personas han muerto por el COVID-19 (1) . Se trata de una enfermedad heterogénea en la que la mayoría de los pacientes experimentan una enfermedad leve y se recuperan espontáneamente, pero un subgrupo relevante de individuos requiere hospitalización por neumonía y otras complicaciones.  A la luz de las lesiones pulmonares ampliamente documentadas, relacionadas con COVID-19, estudios recientes revelan que el pulmón es el órgano más afectado por COVID-19 con patologías que incluyen destrucción difusa del epitelio alveolar, daño / sangrado de los vasos de pequeño calibre, formación de membranas, cicatrices entre las unidades respiratorias pulmonares (alveolos) (2) . Estudios han demostrado que los pacientes recuperados con neumonía por coronavirus pueden quedarse con pulmones dañados, pero a ciencia cierta, se desconoce cuál será el descelance final de la lesión pulmonar.

 

Cuatro meses después del diagnóstico inicial, el hallazgo radiológico en los pulmones es un patrón de distribución heterogénea, caracterizado por áreas anormalmente cicatrizadas correspondientes a uno o varios lóbulos pulmonares que alternan con áreas normales o anormalmente hiperdensas (es decir, imagen en vidrio despulido), así como formación de redes cicatriciales (3) . La combinación de este patrón radiológico y la alteración en la prueba de difusión de monóxido de carbono (DLCO) puede atribuirse a anomalías en las vías respiratorias distales, como una inflamación de bronquios de pequeño calibre, atrapamiento de aire y constricción refleja de los vasos pulmonares.  La prueba de difusión de monóxido de carbono es el marcador funcional pulmonar más frecuentemente deteriorado, con una media por debajo del 65% después de 1 año. El 27% de los pacientes presentan disminución del intercambio de gases a nivel pulmonar (4,5).

 

En la actualidad existen muchas terapias para la rehabilitación de los músculos respiratorios y con ello lograr una mejor respuesta pulmonar al ejercicio en los paciente que han presentado la enfermedad por Covid, entre los ejercicios que se incluyen en estas terapias se encuentran respiración con los labios fruncidos, respiración abdominal, respiración costal, ejercicios respiratorios activos cuyo objetivo es fortalecer los músculos que participan activamente en la respiración. Se deben realizar bajo la supervisión de un fisioterapeuta respiratorio con una estricta vigilancia de la saturación de oxígeno y evitarlos en aquellos pacientes que tengan síntomas como dificultad para respirar, tos o fiebre (6).

 

En conclusión, los supervivientes dados de alta con COVID19, la alteración de la capacidad del intercambio de gases a nivel pulmonar es la anomalía más común, seguida de los defectos ventilatorios restrictivos, ambos asociados a la gravedad de la enfermedad. Las pruebas de función pulmonar (no solo la espirometría sino también la capacidad de difusión de monóxido de carbono) deben considerarse en el seguimiento clínico de rutina de ciertos supervivientes recuperados, especialmente en los casos graves. La rehabilitación pulmonar posterior podría considerarse una estrategia en todos los pacientes.