La empatía juega un papel crucial en las interacciones sociales. Comparamos lo que opinan al respecto los científicos y ChatGPT.

 

La empatía es un aspecto fundamental de nuestras interacciones sociales y emocionales. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE), se puede definir como la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

 

Pero, ¿qué tiene que decir al respecto la inteligencia artificial? Para saberlo, hemos recogido la respuesta de ChatGPT, la archiconocida herramienta de IA desarrollada por la compañía OpenAI. Paradójicamente, esta potente tecnología, carente de emociones, señala que la empatía es la “capacidad de comprender y experimentar los sentimientos, pensamientos y perspectivas de otra persona, así como de responder de manera adecuada a esas experiencias emocionales”.

 

Y añade: “Esencialmente, implica ponerse en el lugar del otro y percibir el mundo desde su punto de vista, lo que puede llevar a una conexión más profunda y una mejor comprensión de las necesidades y emociones de los demás”. Lo cierto es que, para la ciencia, la empatía ha sido objeto de gran interés y estudio, ya que juega un papel crucial en nuestras relaciones, en la toma de decisiones y en la cohesión social.

 

Los investigadores han explorado la empatía desde diversos enfoques, utilizando métodos que van desde la observación del comportamiento hasta la neurociencia y han concluido que la empatía es una habilidad compleja que implica componentes cognitivos, emocionales y conductuales.

 

En concreto, algunos científicos han descubierto que cuando observamos el sufrimiento o las acciones de otras personas, nuestro cerebro no solo activa regiones visuales, sino también áreas relacionadas con nuestras propias acciones y emociones.

 

Christian Keysers, del Instituto de Neurociencia de los Países Bajos, ha investigado cómo nuestro sistema cerebral “refleja” las experiencias de los demás, mostrando que las mismas redes neuronales que utilizamos para realizar acciones o sentir emociones se activan cuando observamos a otros hacer lo mismo.

 

“Cuando presenciamos lo que les ocurre a otros, no sólo activamos el córtex visual como pensábamos hace algunas décadas. También activamos nuestras propias acciones como si actuáramos de forma similar. Activamos nuestras propias emociones y sensaciones como si sintiéramos lo mismo”, en palabras de Keysers.

 

Esto sugiere que nuestra capacidad de empatizar se basa en una especie de simulación interna de las experiencias de los demás. Keysers ha demostrado que este sistema de “reflejo” no solo nos ayuda a comprender las acciones de los demás, sino que también nos permite percibir sus estados internos, como la confianza o el dolor.

 

Pero la empatía va más allá de simplemente entender los sentimientos de los demás; también nos permite compartir esas emociones. En este contexto, algunos estudios han demostrado que las personas pueden experimentar emociones similares a las de quienes observan, incluso cuando no están directamente involucradas en la situación.

 

Por su parte, Claus Lamm de la Universidad de Viena (Austria) ha explorado cómo el dolor ajeno puede afectar nuestras propias emociones. El experto descubrió que, al reducir el dolor experimentado por una persona, ya sea a través de analgésicos o placebo, también disminuye nuestra empatía hacia su sufrimiento.

 

“Si reduces el dolor que experimenta la gente por sí misma, eso no sólo les ayuda a lidiar con ello, sino que también reduce la empatía por el dolor de otra persona”, afirma. Por tanto, según su argumento, la empatía está arraigada en nuestros sistemas de procesamiento del dolor y compartir las emociones de los demás puede estar relacionado con nuestro propio bienestar emocional.

 

No obstante, a pesar de nuestros sofisticados sistemas cerebrales para sentir y comprender las emociones de los demás, la empatía no siempre nos lleva a actuar en beneficio de los demás. Algunos expertos creen que nuestras propias experiencias y sesgos pueden influir en la forma en que percibimos y respondemos al sufrimiento de los demás.

 

Por ejemplo, Brian D. Knutson, de la Universidad de Stanford, ha revelado que las decisiones de compra de las personas pueden predecirse mediante la observación de la actividad cerebral asociada con la anticipación de ganancias y pérdidas. Sin embargo, este proceso de toma de decisiones puede verse afectado por factores culturales y sociales, como el grupo al que pertenece la persona que sufre.

 

“Para mí, como psicólogo, fue muy emocionante poder decir: 'Vaya, podemos captar la actividad del cerebro y, sin saber nada más sobre quién es y qué producto está viendo, podemos predecir su elección'”, subraya Knutson.

 

Por otra parte, Ying-yi Hong, de la Universidad China de Hong Kong, ha examinado cómo nuestras respuestas emocionales hacia los demás están influenciadas por la cultura y la identidad grupal. Esta investigadora asevera que las personas tienden a mostrar una mayor empatía hacia los miembros de su propio grupo.

 

Sin embargo, “pese a todas estas capacidades neurobiológicas que nos permiten empatizar con los demás, seguimos viendo casos en los que los individuos optan por hacer daño a otros, por ejemplo, durante conflictos intergrupales o guerras”, explica.

 

Por tanto, estos hallazgos sugieren que la empatía no solo es un fenómeno individual, sino que también está moldeada por factores culturales y sociales más amplios. Comprender estos complejos intercambios entre el cerebro, la cultura y la empatía ayudaría, según los expertos, a desarrollar intervenciones más efectivas para promover la comprensión y la colaboración entre individuos y grupos diversos.

 

Referencias:

Thioux, M., Keysers, C. 'Empathy: shared circuits and their dysfunctions'. Dialogues in Clinical Neuroscience (2010)

Singer, T., Lamm, Claus. 'The Social Neuroscience of Empathy'. New York Academy of Sciences (2009)

Knutson, B. 'The Science of Compassion: Origins, Measures, and Interventions'. The Center for Compassion and Altruism Research and Education (2012)

Ying-yi Hong et al.; 'Unresolved World War II Animosity Dampens Empathy Toward 2011 Japanese Earthquake and Tsunami' (2011)