Tanto contenerse un estornudo como el propio acto de estornudar puede tener graves consecuencias para nuestro organismo.

 

Lo primero que aparece es un leve cosquilleo en las fosas nasales, le sigue un pequeño lagrimeo a nivel ocular para después desencadenarse en toda su expresión un sonoro estornudo. En función del lugar en el que nos encontremos puede darnos vergüenza y, por tanto, tener que reprimirlo.

 

La palabra estornudar procede del latín sternutare, que significa hacerlo repetidas veces, y es que, en no pocas ocasiones, a un primer estornudo le sigue una salva incontrolable.

 

Básicamente, se trata de un mecanismo irreprimible en el que hay una fase de inspiración de aire brusca, seguida de otra de espiración violenta y ruidosa.

Desde Zeus hasta Jesús

 

Aunque nos pueda parecer que estornudar es algo irrelevante en su mecanismo fisiológico participan más de ocho músculos diferentes desde los abdominales hasta los torácicos, pasando por el músculo diafragma y los músculos tiroaritenoideos, encargados de controlar las cuerdas vocales y la faringe.

 

En la Antigua Grecia pensaban que después de estornudar los malos espíritus se introducían en nuestro organismo, por lo que solían exclamar expresiones como: “¡Qué Júpiter te conserve!" o “¡Qué Zeus te salve!”. En la época romana mutaron por “¡Salve!”.

 

La tradición hebrea explica que Adán estornudó por vez primera cuando Eva le ofreció la manzana, lo que fue interpretado como un signo del mal y el presagio de la muerte.

 

Con la introducción del cristianismo la costumbre se modificó nuevamente y se adoptó la costumbre de decir “¡Jesús!” cada vez que una persona estornudaba, ya que los primeros cristianos pensaban que el acto de estornudar conllevaba la entrada del demonio en nuestro cuerpo.

 

A Gregorio Magno (540-604) le debemos la costumbre de decir “salud”, parece ser que durante una epidemia de peste, que se extendió por Europa a finales del siglo VI, pidió que todos rezasen por los enfermos y les deseasen una buena salud.

 

Mirar a la luz nos hace estornudar

El estornudo es un mecanismo de defensa que tiene nuestro organismo para eliminar agentes irritantes, como el polvo o polen, o gérmenes que podrían producirnos enfermedades.

 

Hay un tipo especial de estornudo que se denomina “fótico” y que padece hasta el 35% de la población mundial. Se encuentra provocado por una sobreestimulación visual en la que se excitan los receptores sensitivos de uno de los nervios de la cara, el trigémino. Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando se pasa, por ejemplo, de una relativa oscuridad a una luz brillante, como puede suceder al salir de un túnel y recibir la luz del sol.

 

El trigémino, también conocido como quinto par craneal, es el responsable, además, de que estornudemos cuando nos salimos del coche y nos exponemos a bajas temperaturas o cuando nos arrancamos un pelo de las cejas.

 

Lo que resulta prácticamente imposible es estornudar durante la fase REM del sueño, debido a la extrema relajación de la musculatura, lo que provocan la ausencia del acto reflejo. Tampoco podemos hacerlo con los ojos abiertos, dado que la presión que se ejerce sobre los globos oculares nos resulta muy incómoda.

 

Reprimir el estornudo puede ser peligroso

Expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts han calculado que el aire de un estornudo puede llegar a alcanzar los 70 kilómetros por hora y propulsar las gotitas de saliva hasta una distancia de ocho metros. Por ese motivo, los sanitarios recomiendan taparse la boca y la nariz con un pañuelo de papel para evitar la expansión de gérmenes por el aire.

 

Hace siglos estornudar en ciertas situaciones se consideraba que era de mala educación. Ahora bien, ¿un estornudo puede tener consecuencias deletéreas para nuestro organismo?

Sobre esta base científica, eso sí, en casos excepcionales, contener un estornudo puede provocar situaciones potencialmente graves, como, por ejemplo, un neumomediastino —presencia de aire en el espacio que se encuentra entre los dos pulmones—, desgarros en el esófago o la perforación de la membrana timpánica.

 

Pero no solo contener el estornudo es peligroso, también el actor de estornudar en sí mismo. Así, en el año 2016 un estudiante de la Universidad de Alabama sufrió un accidente cerebrovascular tras estornudar, debido a que le se rompió un aneurisma que tenía en una de las arterias cerebrales.

 

Para finalizar una última curiosidad, la inglesa Donna Griffiths aparece en el libro Guinness de los Récords por estornudar durante 978 días de forma consecutiva, durante los cuales superó el millón de estornudos.

 

Referencias:

Eccles, M. E. (2009). El reflejo del estornudo: fisiología y patología. Respiratory Medicine, 103(1), 1-6. DOI: 10.1016/j.rmed.2008.07.018

van Hoeij, A. (2017). Dynamics of Fluid Movements in the Canine Nasopharynx During the Sneezing and Nasal Inhalation-Exhalation Processes. Journal of Biomechanical Engineering, 139(6), 061012. DOI: 10.1115/1.4036594

Kalpaklioğlu, M., Kalpaklioğlu, S. [Apellido, Inicial del autor]. (2016). Characterization of Sneezing Associated with Allergic Rhinitis During Natural Exposures to Allergens. Journal of Allergy and Clinical Immunology, 137(2), AB101. DOI: 10.1016/j.jaci.2015.12.408

Aguantarse las ganas de estornudar no es bueno, ya que puede provocar dolor de cabeza, de oído, inflamación, hemorragias o mareos. Esto se debe a que se concentra una elevada presión que puede provocar que se rompa algún vaso sanguíneo.