Esta es la historia de la criptografía, una de las disciplinas más antiguas cuya presencia sigue siendo necesaria al día de hoy.

 

Desde niveles íntimos como secretos personales hasta la gran escala de secretos de Estado, la información es un arma poderosa dependiendo de las manos en las que caiga. Y los humanos lo han sabido siempre.

 

Los mensajes encriptados no son algo nuevo. La escritura nació como un sistema de codificación del lenguaje hablado. En sus inicios, la mayoría de los sistemas de escritura se conocían por una pequeña élite de personas, en muchos casos autoridades religiosas y estatales.

 

Conforme las lenguas escritas se volvieron más democráticas, la forma de transformar algo entendible en algo secreto, oculto, fue perdiendo su poder. Pero no por mucho. Según aumentaban las personas que sabían leer, las formas de enciptar información se diversificaban y se volvían cada vez más sofisticadas.

Historia de la criptografía

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La criptografía como una disciplina formal se empezó a consolidar a partir de su utilidad para la guerra. Su nombre viene de las palabras griegas kryptós (secreto), y graphé (grafo). A diferencia del criptoanálisis, la criptografía no sólo descifra mensajes, sino los crea.

 

Durante la Primera Guerra Mundial, cada uno de los bandos en disputa necesitaba comunicarse con sus ejércitos, sin embargo era muy fácil que los mensajes fueran interceptados por los enemigos y usados en su contra. Esto influyó mucho en el posterior uso de sistemas de codificación como el Código Morse.

 

Para la Segunda Guerra Mundial, dichos sistemas se habían refinado y adecuado para los contextos bélicos. En este momento, entra a la historia de la criptografía uno de los personajes que la cambiaría para siempre: Alex Turing. Turing fue un matemático inglés encargado de descifrar el código nazi llamado ‘Enigma’.

 

Su importancia al día de hoy

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Las técnicas de la criptografía han avanzado presurosamente las últimas décadas. Ahora, la informática hace uso de ella para la información que usa en sus servidores. A pesar de que hablar de personajes como Turing nos hace pensar en historias de espías, esta disciplina está presente en nuestras cuentas bancarias, acceso a cuentas de correo electrónico e incluso en la navegación de sitios web.