Más caras, menos nutritivas y menos amigables con el medio ambiente, las frutas cortadas ya no son una buena opción de compra para la casa.

 

La ilusión de comodidad que genera comprar frutas cortadas está mostrando sus aristas más sombrías. A pesar de que podría pasar por un obstáculo menos a la hora de servir los alimentos, no es la alternativa más sustentable y económica en lo absoluto. Por el contrario, a diferencia de lo que podría pensarse, es mucho más caro y menos responsable con el planeta. Ésta es la razón.

 

 Adiós para siempre a la frutas cortadas

 

En primer lugar, los empaques en los que las frutas cortadas se venden suelen ser de plástico. Generalmente, estos paquetes son de un sólo uso, por lo que inmediatamente después de cumplir con su función, se descartan y generan basura innecesaria. Además, cuando la comida no está protegida por su envoltorio natural —es decir, la cáscara— es más probable que se contamine con los patógenos existentes en el entorno.

 

Si el argumento medioambiental no fuera suficiente, pensemos en el razonamiento económico. De acuerdo con Max Lugavere, periodista de salud y ciencia, es mucho más barato comprar la fruta entera que comprarla hecha cuadritos. Finalmente, el paquete tiene un costo de producción que se añade a la cuenta final en el supermercado.

 

Encima de todo, si se opta por comprar la fruta entera, se tiene la garantía de que estará mucho más fresca. Menos manos habrán estado en contacto con lo que nos vamos a comer, por lo que el riesgo de que algunos parásitos se instalen en la comida se reduce sustancialmente.

 

Menos plástico, más frescura

Además de reducir sustancialmente la posibilidad de que las frutas contengan algún tipo de infección, otro de los beneficios de comprarlas enteras es que no pierden sus propiedades. Los nutrientes no se oxidan, por lo que se conservan hasta el momento en el que nos los llevamos a la boca. De esta forma, podremos aprovecharlos más directamente, sin intermediarios.

 

El ejemplo más claro es el aguacate. Una vez que se corta e interactúa con el oxígeno en el ambiente, se pone café. Por más que se refrigere, la fruta va perdiendo sus nutrientes conforme pasan los días. Más aún si está herméticamente encerrada en un paquete de plástico, que quién sabe cuántos días lleva en exhibición entre los anaqueles de un supermercado.

 

Vale la pena aclarar que, en sí mismas, las frutas cortadas no son malas. Sólo no son tan buenas como podrían serlo al comprarlas completas, sin una intervención humana anterior. De la misma manera, es más fácil encontrar estos productos naturales en los mercados tradicionales, lo que incentiva el consumo local. Por donde se vea, parece ser que preferir las alternativas sin plástico es un acierto de ahora en adelante.