Las personas nos llevamos las manos al rostro, de media, 23 veces cada hora. Un estudio propone una explicación ancestral para este comportamiento.

 

Evitar tocarse la cara con los dedos (potencialmente contaminados) es una de las recomendaciones más importantes que han emitido las autoridades sanitarias como estrategia para prevenir la infección por coronavirus. Pero, ¿por qué es tan difícil no hacerlo?

 

Tocarse la cara es un comportamiento demasiado frecuente en los humanos, y en todos los primates en general: las personas nos llevamos las manos al rostro, de media, 23 veces por hora, y aproximadamente siete toques por hora se dirigen específicamente a las fosas nasales. Pero esta actitud no responde solo a una mera costumbre. Dejar de tocarnos la cara sería equivalente a renunciar a uno de nuestros instintos, y que tendría su explicación evolutiva, según un estudio recién publicado por el Departamento de Neurobiología del Instituto de Ciencia Weizmann, en Israel. Tocarnos el rostro podría estar relacionado con la tendencia de los humanos a olernos a nosotros mismos.

 

La tendencia de autoolfateo es claramente evidente en el comportamiento estereotípico de mamíferos terrestres: roedores, caninos y felinos a menudo se huelen a sí mismos o a sus propias secreciones corporales.

 

Todos los primates se tocan la cara con mucha frecuencia. En observaciones de 20 minutos, gorilas, chimpancés y orangutanes se tocaron la cara un promedio de 19,87, 24,2 y 12,12 veces respectivamente, es decir, aproximadamente una vez por minuto. La hipótesis de los investigadores es que la tendencia de los primates a tocarse la cara se corresponde con esta tendencia observada en otros mamíferos de autoexploración olfativa: “Los humanos no se huelen a sí mismos como lo hacen los ratones, gatos y perros. Sin embargo, si nos abstraemos para contemplar el comportamiento humano sin sesgos, de hecho, veríamos un animal que a menudo se huele a sí mismo”, explican los investigadores.

 

El estudio citado anteriormente que observó primates también incluyó a humanos: durante una observación de 20 minutos, 18 participantes (sin saber que estaban siendo observados) se tocaron la cara una media de 13,33 veces, es decir, a una velocidad similar a la de los orangutanes.

 

La frecuencia de toqueteos varía ligeramente depende de la actividad que se esté realizando, dependiendo también de si los participantes del estudio se saben observados o no, pero no deja de ser un comportamiento muy habitual. Por ejemplo, un estudio filmó a 10 participantes, cada uno de ellos observado individualmente durante un período de tres horas realizando tareas de oficina. A pesar de saber que estaban siendo observados, lo que podría haber aumentado la autoconciencia y minimizado el contacto personal, sin embargo, se llevaron la mano a la cara aproximadamente 16 veces por hora.

 

¿Acto consciente o inconsciente?

 

Aunque los científicos especularon con que tocarse la cara para olerse a sí mismo es en gran medida un acto inconsciente, observaron que, además, los humanos también se huelen conscientemente con alta frecuencia. Mediante un cuestionario con una muestra de 400 encuestados, el 94% de ellos reconoció haberse olido a sí mismos. 

 

Aunque este comportamiento muy frecuente, casi no tiene tracción en la literatura médica o psicológica: “Hemos sugerido una explicación psicológica y cultural para esta paradoja, pero queremos que el olfateo humano se convierta en un tema formal de investigación”.

 

Un alto precio

 

Tocar la cara puede ser responsable de transferir casi el 25 % de las enfermedades respiratorias. “Dada esta contribución potencialmente significativa a la enfermedad, un razonamiento evolutivo implicaría que también debe haber ventajas muy significativas para tocarse la cara; de lo contrario, este comportamiento se habría minimizado en el repertorio de comportamiento humano a la luz de su alto precio”, deducen los investigadores.

¿Por qué nos olemos?

 

Los investigadores dan varias explicaciones para ello. Por un lado, los humanos se huelen las manos en parte, para obtener información sobre otros a quienes tienen tocado. Pero la explicación que cobra mayor peso para los científicos equivale a la respuesta a la pregunta de por qué los humanos nos miramos conscientemente al espejo: “La mayoría de personas dirá que es para verificar que tienen buena imagen. Querer "verse bien" puede presentar similitudes con “asegurarse de no oler mal", lo que puede reflejar temores relacionados con la moralidad del mal olor; por un lado, para una relación agradable con los otros; por otro, para asegurarse de no padecer enfermedades”.

 

“Pensamos que, al oler nuestro propio cuerpo, inconscientemente estamos obteniendo tranquilidad de uno mismo. Esta explicación es consistente con el aumento de los tocamientos de la cara en momentos de estrés”, añaden.

 

Además, esto también podría explicar por qué las personas esconden su rostro tras sus manos cuando sienten vergüenza o pena: “Olisquear el interior de la mano proporciona una señal tranquilizadora de uno mismo que ayuda a manejar tales emociones amenazantes”, argumentan.

 

Más información:

'Are humans constantly but subconsciously smelling themselves?' Ofer Perl, Eva Mishor, Aharon Ravia, Inbal Ravreby and Noam Sobel Department of Neurobiology, Weizmann Institute of Science, Rehovot 76100, Israel NS, 0000-0002-3232-9391