Después de casi dos meses de que inició brote de coronavirus en Wuhan, China, Latinoamérica detectó el primer caso de esta enfermedad en Brasil el 26 de febrero de 2020.

 

Mucho ha pasado desde esa primera detección, y los contagios y decesos han escalado de forma alarmante a lo largo de todos los países latinoamericanos.

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En el caso específico de Chile, la nación llama la atención por su alto número número de casos de COVID-19, pero su baja tasa de letalidad.

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De acuerdo con el Ministerio de Salud chileno, desde el primer brote hasta la noche del 5 de abril de 2020 se tienen registrados 4 mil 815 casos. No obstante, su número de decesos es únicamente de 37 personas, mucho menor a las cifras de países como Italia o España.

 

Por ejemplo, Italia sumó 54 muertes cuando tenía 2,036 casos confirmados; mientras que España alcanzó 36 fallecidos cuando contabilizó 1,695 contagios. Lo más lamentable es que en ambos países estos números fueron registrados en pocos días.

 

Hasta ahora, Chile es el segundo país de Latinoamérica con el mayor número de contagios, pero aún así conserva un índice bastante bajo de fallecimientos (37). Brasil lo supera con 11,494 personas infectadas, pero cuenta con 506 muertes.

 

En tercer lugar está Ecuador con 3,646 casos y 191 fallecidos. Le sigue Perú con 2,281 y 83 decesos. México se ubica en quinto lugar con 2,143 casos positivos y 94 muertes, según datos del mapa de Johns Hopkins University.

 

La baja tasa de letalidad del coronavirus en Chile, se debe principalmente a la cantidad de pruebas de detección que se realizan diariamente en el país.

 

De acuerdo con información de Fernando Leanes, representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Chile, se realizan alrededor de 3 mil pruebas de diagnóstico al día.

 

Este número es realmente impresionante, si se compara con otros países. Por ejemplo, Ecuador sólo ha realizado poco más de 8 mil 500 pruebas desde finales febrero hasta finales de marzo.

 

Tener esta gran capacidad de detección ayuda a que el rastreo de los portadores del virus sea mucho más eficiente y en una etapa temprana. Esto, a su vez, tiene un fuerte impacto en frenar su expansión.

 

En este sentido, la subsecretaria de Salud de Chile, Paula Daza, explicó que la identificación temprana también les ayuda a acercarse más rápido a las personas que pudieron tener contacto con el portador del virus y así evitar su propagación.

 

«En la medida que detectamos más personas que tienen COVID-19 y las podemos aislar e identificar sus contactos, hemos podido ir conteniendo el brote del virus».

 

Además, Chile no sólo invirtió en adquirir un gran número de pruebas diagnóstico, sino también en capacitar a sus laboratoristas para realizar con éxito las detecciones.