Casi el 50 % de todos los intentos de obtener acceso sin autorización o utilizar un activo en ordenadores conectados a internet proceden del país asiático. Bienvenidos a la ciberguerra.

 

Según informes del FBI, China ha creado un ejército de 180 000 ciberespías que han realizado casi  100 000 ataques informáticos solo contra la red del departamento de Defensa de Estados Unidos. Y todo eso ya ocurría en el año 2010.

 

En 2013, China también protagonizó un alud de ciberataques contra sistemas vitales para el gobierno estadounidense. De este modo han tenido lugar robos de anteproyectos y de tecnología de defensa tan crítica como un sistema avanzado de misiles Patriot conocido como PAC-3.

 

Esta información resulta importante a nivel táctico para China: en caso de enfrentamiento, dispondrá de datos clave sobre el funcionamiento y puntos débiles del arsenal enemigo. Pero también es un preciado recurso intelectual: los costes de investigación y desarrollo son para Estados Unidos, pero China simplemente debe pagar por estrategias que le permitan apropiarse de toda esta información que tanto tiempo y dinero ha costado desarrollar.

 

Prueba de ello es Titan Rain, la denominación dada por el gobierno estadounidense a una serie de ataques coordinados contra sistemas informáticos estadounidenses con fines de espionaje hacia compañías como Lockheed Martin, el Laboratorio Nacional Sandia, Redstone Arsenal y la NASA.

 

En agosto de 2016, un grupo de  hackers desconocidos hasta la fecha llamado Shadow Brokers proclamó haber sido el pionero en acceder a la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSA). Según un informe del Pentágono, los militares chinos disponen de un "alto nivel en ciberintrusión y no dudan en degradar las principales ventajas operacionales y tecnológicas de los Estados Unidos"

 

Con todo, los intereses militares de China son solo la punta del iceberg de todo cuanto obtiene gracias a esta ciberguerra. Los robos de propiedad intelectual de toda clase de tecnología han proporcionado al país asiático una transferencia de riqueza material e intelectual inabarcable, calculada por algunos analistas como la más elevada de su historia.

 

GhostNet

GhostNet (“Red Fantasma“ en inglés) fue una red que, en 2009, había logrado infiltrarse en al menos 1 295 terminales de 103 países alrededor del mundo. Si bien no hay evidencia concluyente de que el gobierno chino estuviera involucrado en la operación, el origen de la actividad se concentraba mayoritariariamente en la República Popular China.

 

Esta inmensa red de ciberespionaje diseminó malware (software malicioso) a destinatarios previamente seleccionados desde la misma lista de contactos del usuario, a través de un troyano adjunto a los correos electrónicos enviados, que permitió comprometer al gobierno tibetano en el exilio y hasta al propio Dalai Lama. Otros de los sistemas comprometidos fueron descubiertos en embajadas de la India, Corea del Sur, Indonesia, Rumanía, Chipre, Malta, Tailandia, Taiwán, Portugal, Alemania y Pakistán.

 

China también ha estado acusada de piratear medios de comunicación, como la operación que tuvo lugar en el New York Times a principios de 2013. De esta forma se intentaban descubrir las fuentes y los contactos que habían facilitado información sensible al diario acerca del primer ministro chino, Wen Jiabao. El ataque cibernético fue vinculado a una unidad del Ejército de Liberación Popular que ocupaba un edificio de doce plantas en Shanghái, en el que trabajaban miles de empleados dedicados a espiar a gobiernos, empresas y personas.

 

Por eso no debería extrañarnos que el 41 % de todos los ciberataques que se producen en el mundo tengan su origen en China, de acuerdo con el State of Internet, el informe del principal proveedor de servicios de red de distribución de contenido, Akamai. La tensión económica y arancelaria entre Estados Unidos y China posiblemente haya incrementado este porcentaje de guerra cibernética, al menos entre ambas naciones.

 

Por su parte, el gobierno chino siempre ha negado cualquier tipo de relación con la mayor parte de estos ciberataques, declarando que China “prohíbe estrictamente cualquier crimen informático”.