El presidente Andrés Manuel, debería tomar con la seriedad y emergencia lo ameritan la rebelión publica de los cárteles organizados en Chilpancingo, avisa que los acuerdos entre gobierno y carteles se rompieron.

 

La historia no es otra que una disputa de dos grupos del crimen organizado locales.

 

Uno el de “los Rojos” se dice que pactó con la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda.

 

El segundo de “los Ardillos” de quien se dice que pactó con la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández.

 

Las dos de filiación de Morena. ¿dónde está el gobierno de la 4T? Haciendo de todo, menos gobernar y garantizarles a los ciudadanos de Guerrero, el respeto a su vida y a sus posesiones.

 

El que podía controlar y poner orden seria, Adán Augusto López, como secretario de Gobernación, pero anda de gira buscando ser el favorito, buscando adhesiones, gastando en espectaculares, rentando aviones privados y regalando jirafas a legisladoras.

 

Porque la nueva secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, transformada en una diva de la política, o en el fantasma de la 4T. No se le ve, ni se le oye, ni se le siente.

 

Solo sirve para regañar a la Suprema Corte, ¿le conoce alguna otra declaración? ¿Se trasladó a Guerrero a contener la insurgencia? ¿Irá a Chiapas a impedir el relanzamiento de alguna guerrilla frente al descontrol federal de la plaza? Pero muy poco o nada se les puede pedir, si el presidente López Obrador, desdeña hablar del caso, minimiza la toma de Chilpancingo, tampoco enfrenta la realidad en Chiapas y su exhorto a los mexicanos es que se abstengan, por ahora, de viajar por tierra a Acapulco, por las molestias que les va a generar el cierre de la Autopista del Sol, por los vándalos que reclaman el control de la plaza para su cártel, ahora los llama vándalos a quienes lo han apoyado en las elecciones desde el 2018, ya los desconoce y  los llama vándalos mugrosos.

 

A decir por el tiempo que les dedica a las pláticas mañaneras, el inquilino de Palacio Nacional le importa poco que el país está entrando a una peligrosa espiral de violencia sin control.

 

Lo que sucedió en las últimas horas en Chilpancingo, es apenas la mecha de lo que puede detonarse en media docena de estados, si los cárteles que lo han apoyado optan como “Los Ardillos” y “Los Rojos”, a tomar las calles, que ya dominan para gobernarlas por encima de la autoridad legítima, que tiene la instrucción del supremo mando de solo repartir abrazos, de no usar balazos.

 

Lo que al presidente López Obrador le importa hoy, y a eso le dedica su tiempo y su energía, es a defenestrar a Xóchitl Gálvez, a quien ya mencionó en treinta ocasiones en la mañanera de los últimos días esa guerra mediática le preocupa.

 

es la única que le preocupa desde que ya se le apareció una candidata opositora de su calibre y él está empeñado en descalificarla, se entretiene con banalidades el presidente López Obrador.

 

Lo que es de reconocer es que ya se le salió de control la pasarela de sus corcholatas, en donde la favorita Claudia Sheinbaum, de origen judía va perdiendo pisada. Y una de sus potenciales rivales, Xóchitl Gálvez, está tomando alturas que jamás se imaginaron aquellos que sienten que la sucesión del 2024 ya les pertenece.

 

Si el inquilino de Palacio Nacional tuviera estrategas y los escuchara, de los que hablan con la verdad sin cuidar las formas, buscando agradar al amo, le estarían diciendo que lo de Chilpancingo podría ser la mecha que encienda el equivalente de aquel Chiapas del arranque del año 1994, con Salinas.

 

Igual que hoy, en aquel entonces, algunos de los gobernantes despreciaron el clamor de la selva, despreciaron los reclamos y el zapatismo hizo acto de presencia internacional, de esto bien lo sabe y lo conoce su corcholata Marcelo Ebrard, que le pregunte.

Lo que pasa ahora en Guerrero y en Chiapas, y que se puede extender muy rápidamente a otras entidades donde ya manda el crimen organizado, es más complejo y más violento aún.

 

Es el desafío abierto sobre quién manda en los territorios en donde se produce y se transita lo mismo la droga, que el tráfico de migrantes.

 

Sólo si el presidente López Obrador, toma con la seriedad debida lo que se vive hoy en el sur, y deja de hablar de sus corcholatas y de cosas sin importancia y de sus opositores para dedicarle la atención urgente al drama de la inseguridad, entonces existirá una posibilidad de sofocar lo que hoy ya se anticipa como un quiebre de la política nacional.

 

Hoy los bomberos del INE, aquellos que no ven que las precampañas presidenciales ya están desbordadas, al margen de la ley, los que no tienen ojos para ver los cientos de espectaculares de las corcholatas, ni para oír lo que prometen los precandidatos si llegan a la Presidencia, bien harían en sacarle tarjeta amarilla al presidente López Obrador, dedicado más a participar en la sucesión presidencial la de su partido y las ajenas.

 

Que en saldar cuentas con el cada vez más desafiante crimen organizado. Le están subiendo el tono del reclamo y no se quiere dar cuenta, ni poner atención, para evitar le reviente el problema en un caos social.

 

La petición es simple, aunque no le guste: Póngase a gobernar por el bien de México, Señor Presidente.