El presidente Andrés Manuel, hace y deshace buscando crear una nación a su capricho, imagen y semejanza, disfrazada en sus palabras como una “democracia”, pero que en los hechos es un autócrata hasta los dientes.

 

El inquilino de Palacio Nacional, tiene bien tomada la medida a lo que el viejo sistema político engendró, del cual el en su momento formo parte antes de salirse del PRI.

 

Una mayoría miserable escasamente educada, que busca el beneficio de un cheque mensual por encima de sus libertades, ése es el pueblo bueno y sabio al que tiene secuestrado el jefe de la nación frente al silencio y la inacción de quienes podrían hacer algo más para evitarlo “oposición” desorganizada y falta de credibilidad.

 

Porque ningún ciudadano sensato, con tres grados de educación con el mínimo sentido común, puede tolerar ese estilo personal de gobernar, desde un pedestal mañanero en donde dominan el odio y el rencor, donde afloran los traumas personales, de un pasado oscuro que busca su lugar en la historia, confrontarse con todo y contra todos.

 

El presidente López Obrador, ya perdió el menor recato para exhibir su rostro de dictador que exige lealtad incondicional a quienes le rodean, aún para suicidarse políticamente, manda “al diablo a las instituciones”, se mofa de que, le salgan con que “la ley es la ley”, desdeña la separación de poderes arremete contra todo el que mínimamente disiente de su pensar, le impone una etiqueta de enemigo a quien no opine como él, o se deje mangonear.

 

El presidente Andrés Manuel, está tan perdido que cree que puede ser el dueño absoluto de una realidad que solo se concibe en su mente pero que la busca imponer sin escrúpulos al país entero.

 

Él decidió proteger a un cártel, él decidió darles todo el poder económico y el presupuesto a los militares, decidió que el dinero del narcotráfico y la opacidad de las obras verde olivo se convirtieran en el financiamiento oscuro, para que su partido se perpetúe después del 2024 en el poder.

 

El decidió que ni el INE, ni el INSABI, ni el CONACYT, ni los organismos autónomos para alentar la competencia tienen valor porque no se inclinan a sus caprichos, hay que desaparecerlos, para él la transparencia en las cuentas públicas es un arma de los conservadores, de sus adversarios y jamás sabremos cuanto de verdad se gasto en Dos Bocas en el Aeropuerto Felipe Ángeles o en el Tren Maya, mucho menos en Sembrando Vida, el Banco del Bienestar o las Becas para los Ninis, todo está hermética y corruptamente cerrado al acceso público decidió cerrar los ojos frente a una corrupción excesiva, que ya no se pueda esconder, por más que diga.

 

El presidente se presume demócrata, pero él es la única voz que valida quien puede conseguir la etiqueta morenista, de corcho lata, para aspirar por su bendición a una oportunidad muy dispareja de ser el candidato o la candidata presidencial rumbo al 2024, aunque todavía no sean los tiempos legales electorales, aunque él no esconda su favoritismo por Adán Augusto, y el INE se haga de la vista gorda.

 

Para él Salinas, Fox, Calderón y Peña Nieto además de Rosario Robles, o Emilio Lozoya son corruptos pero en su lista jamás incluirá a Manuel Bartlett, Roció Nahle y, mucho menos Ignacio Ovalle, su amigo  quien lo protegió en sus inicios como servidor público a Andrés Manuel, al que se le desaparecieron los 15 mil millones de pesos de Segalmex, destinados a alimentos básicos y leche para el pueblo bueno y sabio, tampoco desde palacio nacional hará algo por aclarar el doble pago de tesis de su propuesta ministra Jazmín, o de las travesuras de su protegido Ricardo Peralta.

 

Solo él inquilino de Palacio Nacional, decide sin consensuar que debemos pelearnos con los socios comerciales de Estados Unidos y Canadá, lo mismo que con España y con Perú para alinearnos con Cuba, Venezuela, Rusia, China, Nicaragua y Bolivia.

 

El colmo del descaro asumiendo que todos somos un grupo de idiotas, decirle al mundo que, en México, no se produce el mortal fentanilo, cuando somos la capital mundial de esta droga, cuánta ingenuidad o cuánta perversidad, pero frente a esta colosal afrenta de corte tiránico que definirá en unos meses el futuro de nuestra patria, la pregunta de fondo es ¿en dónde está la capacidad de análisis y critica de la dimensión de México? ¿Por qué los sectores políticos empresariales académicos intelectuales, todos con capacidad de cuestionar, mantienen un pobre nivel de reacción frente a lo que son evidentes atropellos de quien ya se siente inequívoco, inobjetable y que desprecia sin pudor la ley?

La oposición política partidista, no alcanza a asumir el tamaño para mostrar un rostro que desafié la barbarie política en la que estamos hoy padeciendo.

 

El empresariado prefiere flotar en los buenos números de la macroeconomía y de sus muy elevadas utilidades, confiando en que muy pronto pasará la pesadilla y los sindicatos postrados, los académicos, amordazados sin que se geste hasta hoy alguna voz de desafío contra el poder, tampoco los partidos políticos opositores tienen la capacidad y fuerza para retar al inquilino de palacio nacional.

 

Sólo la Suprema Corte de Justicia de la nación, se instala como baluarte de la legalidad.

 

¿Alguien más que se apunte para defender la nación y no se nos vaya de entre las manos?