Imagínate a una de las cien mil familias estadounidenses que en ultimo año sepultaron a un hijo o a una hija a consecuencia de consumir fentanilo.

 

Suma los cinco años que tiene de moda esa droga opioide, pero que hoy se utiliza como recreacional llenando el mercado norteamericano, desde México, fabricada con precursores chinos, las muertes superan las 400 mil y van en aumento.

 

La peor cifra que la de todos los soldados norteamericanos muertos en cualquiera de las últimas guerras, si tomamos en cuenta que es por el consumo del opioide.

 

Qué haces como presidente de los E.U. con tan poca presión para encarar al presidente de México, quien dejó escapar Ovidio Guzmán, el hijo del fundador del principal cártel productor de opioide en Sinaloa.

 

Si tomamos en cuenta que el mismo mandatario que fue hasta su tierra a saludar a la abuela del capo y que en sus pláticas se refiere con tanta deferencia al señor Guzmán, el mismo narcotraficante que ya purga una extensa condena por tráfico de drogas en una prisión de Nueva York.

 

Los argumentos ya no le alcanzan al presidente Joe Biden, para ocultar la complicidad del gobierno de la 4t, con los cárteles de la droga, con unas palabras.

 

Le arrecian las presiones y se eleva la exigencia que, ante la pasividad o incluso la complicidad del gobierno mexicano, los norteamericanos quieran entrar con sus fuerzas armadas a combatir lo mismo al Cártel de Sinaloa que al CJNG, argumentando que el problema que enfrentan es una crisis de salud.

 

Ahí está el tema del debate a la solicitud conjunta, interpuesta por los legisladores D. Crenshaw, de Texas, M. Waltz, de Florida, exigiendo al presidente Biden, para declarar como grupos terroristas a los cárteles de la droga en México, lo que le daría al vecino del norte, el motivo para poder entrar con o sin permiso a territorio mexicano para combatir a quienes con su negocio terminan por matar a decenas de miles de norteamericanos, adictos a la droga.

 

La tarea pendiente es, la de desarticular las redes de distribución en territorio norteamericano.

 

El arresto a tres o cuatro de los grandes capos y la confiscación de sus dineros en México les parece una fórmula más sencilla, más al corazón del problema.

 

Diga lo que diga en su desgastado discurso mañanero, las relaciones entre el presidente López Obrador y el presidente Joe Biden con el canadiense Trudeau de por medio ya no están bien se miran tensas.

 

Vienen en caída libre, porque el mandatario mexicano no quiere entender lo que está en juego con la explosión económica que viene en las dos fronteras con el “nearshoring”, de las plantas repatriadas de China.

 

Tampoco apuesta por un medio ambiente de energías limpias y, mucho menos, por acabar de concretar el mayor bloque geopolítico y económico del plan