“No existe bestia en el mundo más peligrosa que un ignorante en el poder” R. Reagan

 

El presidente AMLO está frente a una encrucijada en su intento por acabar con el INE.

 

Obstinado en modificar de fondo las funciones del árbitro electoral, jamás imaginó que su intención de cambiar al INE acabaría por unir, en todo México, a un enorme bloque de ciudadanos cansados del inquilino de Palacio Nacional, insista con su frase compañera, en mandar al diablo las instituciones.

 

En los más recientes días y desde cuanto más espacio puede el mandatario no solo arremete contra el INE, sino contra el poder legislativo, el poder judicial y la Suprema Corte, se le mira muy colérico al presidente.

 

Por eso debe estar pensando si vale la pena pagar el precio de aferrarse a sacar adelante el famoso Plan B de la fallida propuesta de Reforma Electoral que se le quedó en el tintero por el alto rechazo legislativo.

 

No le salieron las cuentas, ni con su aplastante mayoría de morenistas, de ahí que prepara una propuesta más light, menos de fondo y a la que bautizó como Plan B, pero que de cualquier forma de aprobarse lastimara, no solo la operación del INE, al reducir sensiblemente el personal responsable de las elecciones, sino que buscaría centralizar toda su operación en la ciudad de México, eliminando los Oples locales.

 

Pero la reacción de las clases medias educadas, las pensantes, al igual que los militantes de la oposición, fue la de responder al Plan B con una nueva marcha de protesta, similar a la que conmocionó a la opinión pública el pasado domingo 13 de noviembre por su enorme capacidad de convocatoria.

 

Una movilización que obligó al presidente López Obrador, a responder con una contramarcha de acarreados el domingo 27 de noviembre, a la que convocó aprovechando que ese día rendía su cuarto informe de gobierno, e inauguró en el inicio de su tercer tercio de su administración, el “Humanismo Mexicano”

 

El nivel de movilización “espontánea” de la primera marcha en defensa del INE concientizó a los legisladores sobre el descontento que logró frenar la reforma original que desbarataba al INE.

 

Se armó entonces el Plan B, pero es tan arrebatada y atropellada esa nueva opción, que ya se cruzan las amenazas pronosticando que si llegara a pasar, el filtro legislativo, sería frenada por inconstitucional en la Suprema Corte.

 

La pregunta en los pasillos de Palacio Nacional es si vale la pena, en la antesala de los comicios de Estado de México y de Coahuila, agitar las aguas electorales, con una intentona que podría resultar mala al presidente López Obrador.

 

Con la amenaza de la sociedad civil de organizar una nueva marcha para el próximo domingo 26 de febrero ahora contra el Plan B, los temores del círculo rojo del presidente es que eso se convierta en más fuego que encienda los ánimos de una oposición envalentonada débil y desorganizada.

 

De una forma o de otra, el Plan B, puede ser frenado entre el poder legislativo o en la Suprema Corte, ¿qué sentido tendría continuar con la necedad? El precio a pagar por el inquilino de Palacio Nacional, el de una oposición más fortalecida tras la nueva marcha, puede ser muy delicado para su proyecto del 2024.

 

hay quienes dicen que la propuesta que ya evalúa el presidente López Obrador, es la de retirar su iniciativa del Plan B, y concentrar sus esfuerzos, por ahora, en quiénes serán los reemplazos de los consejeros electorales que este año cumplen su tiempo en el INE.

 

La esperanza de retirar la propuesta del Plan B es que, al mismo tiempo, los opositores al gobierno Morenista, suspendan la marcha del domingo 26 de febrero.

 

de ser así el jefe político de Morena López Obrador, está armando su plan C, con el Fiscal General, reabriendo de nuevo el caso Colosio.