Octavio Paz, gran conocedor de nuestro pueblo, de nuestras costumbres, de nuestra conciencia histórica, dice enfáticamente en Las trampas de la fe (1982):

 

“Se dice que la pasión que corroe a los pueblos hispánicos es la envidia; peor y más poderosa es la incuria, creadora de nuestros desiertos”.

 

Pág. 181 Op. Cit.                                                                                                          

Esto, desde mi modesto punto de vista, se ha agravado en los últimos años por diversos motivos que no viene al caso mencionar. Nuestros avances tecnológicos, por desgracia, no siempre van aparejados con nuestros logros culturales. Lo más granado de nuestra clase política no siempre ha estado a la altura de las circunstancias, pero en tiempos de crisis, como la que estamos viviendo actualmente, el espectáculo mediático resulta más que ilustrativo. ¿A qué viene todo esto? Además de las deficiencias hospitalarias, que infortunadamente han costado ya muchas vidas entre los trabajadores de la salud, ha salido a relucir el bagaje cultural del que se compone la crema y nata de los que personifican la autoridad.

 

Cuando vemos en un periódico de circulación nacional que en la gran Ciudad de México, que debiera ser por derecho propio la ciudad más culta de América, que en una de las alcaldías más importantes  como es la Benito Juárez, la presidencia municipal mandó a embozar soberbia estatua del Benemérito de las Américas, con el pretexto de “educar” a la ciudadanía para que use el cubre bocas, que dicho sea de paso, no resuelve el problema de fondo, puesto que se nos ha dicho reiteradamente que se recomienda básicamente para que las personas enfermas no contagien a los demás; cuando vemos que en uno de los parques icónicos de la ciudad como es el Parque Hundido, una cabeza Olmeca con un cubre bocas gigante ostentando el sello de la alcaldía, además de una estatua ecuestre denigrada en el mismo sentido, me pregunto si esto tendrá que ver con algunos datos duros que por desgracia no son para nada halagüeños:

 

         México ocupa en lectores el lugar 107 de 108 según la UNESCO.

         54% no leen cotidianamente.

         35% no han leído un solo libro en su vida.

         40% jamás ha pisado una librería.

 

A pesar del destacado sitio que ocupa México a nivel mundial en muchísimos rubros económicos, políticos, histórico-culturales, sin hablar de recursos naturales, nuestro país es superado inmisericordemente en horas de lectura promedio al año por países tan exóticos como: la India, con casi el doble, con 10.7 horas; tan lejanos, como Tailandia; tan diversos como la China; tan pequeños como Filipinas; tan ricos como Arabia Saudita; tan vapuleados como Polonia; tan grandes como Australia, y tan emparentados con nosotros como España. Bueno, hasta Venezuela nos da una lección en esta materia. Parece intrascendente, no lo es. Si esto no nos dice nada, tal vez deberíamos sopesar qué es lo que quisiéramos para el futuro de nuestros hijos, Tal vez por eso hay autoridades que en vez de defender los monumentos históricos, los denigran ignorando su valor histórico y significación cívica. Algo se tiene que hacer pero ya. Hasta hace poco vimos una campaña –no oficial, que recomendaba leer veinte minutos al día; lamentablemente ya no está en el aire.  Pero como no los quiero aburrir, les platico a mis paisanos tlaxcaltecas algunos lastimosos eventos que me comentó personalmente don José Hernández Castillo, Cronista de la Ciudad de Huamantla , y que constituyen lo que llamó, su ignominia: 

 

1.- Derruir un monumento religioso del siglo XVII para hacer una construcción moderna.

2.- Incendiar el Palacio Municipal por un fatal malentendido y una imprudencia policiaca.

3.- Transportar un lote de libros de la antigua biblioteca municipal (hoy desaparecida) en un camión de la basura.

 

Yo le agregaría otros tres:

 

1.- El estado lamentabilísimo de la carretera de la salida de la ciudad de Apizaco a Huamantla.

         2.- El estado deplorable en el que se encuentra el boulevard Cuamanco.

3.- La indigna (ridícula) estatua de don Benito Juárez que instalaron en el parque central, que lleva su nombre.