Indígenas tarahumaras y mestizos se han dado a la tarea de reconstruir con sus escasos recursos, el templo de su devoción que fue destruido por narcotraficantes.

 

Habitantes de Santa Anita, revueltos entre indígenas tarahumaras y mestizos, se han dado a la tarea de reconstruir con sus manos y sus escasos recursos, el templo de su devoción que fue destruido a balazos por los narcotraficantes de la región.

 

El pasado mes de junio, un ajuste de cuentas entre cárteles de la droga, dejó a la puerta de la iglesia de Santa Anita, en el municipio tarahumara de Guachochi, a uno de sus jóvenes habitantes muerto, pero también cientos de balas incrustadas en la paredes al exterior e interior, que destruyeron el altar, sus santos de devoción, pero no su fe ni la esperanza.

 

Este fin de semana, Santa Anita revivió del temor y sus habitantes decidieron arreglar su templo, centro de reunión dominical y cotidiano.

 

El Párroco de la iglesia, Enrique Urzúa, escribió a los habitantes de Chihuahua, y al mundo, que, "han sido tiempos difíciles, pero hoy la comunidad tanto mestiza como indígena, deseando recuperar la vida, a pesar de la incertidumbre y el miedo, han comenzado a reparar su templo con sus propios recursos, que no son muchos, pero con todo el entusiasmo y esperanza".

 

Cómo pastor de esta comunidad, pidió a los mexicanos, a quien quiera ayudar, con lo que pueda, quiera y tenga, a fin de remozar las paredes y reconstruir el altar.

 

También, a quien quiera donar las imágenes sagradas que fueron destruidas por las balas, "quiero pedirles a las personas de buena voluntad que nos quieran ayudar en la donación de alguna de las imágenes del altar principal que también fueron dañadas. Un Cristo, la Virgen de Guadalupe y la patrona Santa Ana con San Joaquín".