La interculturalidad no se limita al respeto a la diversidad, es también analítica, crítica y transformadora, consideró el Dr. Gunther Dietz, académico del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana, al abordar el tema Interculturalidad, inclusión y equidad en la educación mexicana, en las jornadas La educación en México, proyecciones y desafíos, organizadas por Educación Futura.

Dijo que la interculturalidad es analítica, porque las y los docentes necesitan analizar las relaciones entre los diversos grupos culturales, étnicos, lingüísticos, generacionales y subculturales, y cómo están compuestos estos grupos en el interior del aula y en el entorno exterior inmediato de la escuela, es decir, los barrios, vecindades y comunidades.

Esta noción analítica de la interculturalidad da cuenta de que “la interculturalidad no es algo relacionado con solamente pueblos indígenas o solamente con comunidades afrodescendientes, sino que tiene que ver con la gran diversidad de diversidades que caracteriza nuestras sociedades contemporáneas”.

La interculturalidad es crítica, en el sentido de que la mirada de las y los profesionales de la educación debe desenmascarar de manera crítica las asimetrías y las desigualdades existentes, las exclusiones que persisten en los diferentes niveles del sistema educativo nacional, y, “quién hace el currículum, quién incluye y excluye saberes, quién le da voz a determinados actores y silencia a otros”.

Y es transformadora, porque el principal énfasis del quehacer docente, cree Dietz, es impulsar pedagógicamente transformaciones en estas relaciones a menudo asimétricas, para poder ser más conscientes de esa diversidad de diversidades, y se aprenda a aprovechar ésta no como una fuente de otredad, sino como una oportunidad de aprendizaje, como un recurso, como una competencia.

Para eso, se necesita preparar a las escuelas, convertirlas en pequeños laboratorios de diversidad, donde no sólo se respete la diversidad, sino donde se vivan distintas fuentes de diversidad, se aprovechen los saberes que aportan las lenguas, las cosmovisiones y conocimientos de docentes y estudiantes con diferentes lenguas maternas y provenientes de distintas culturas y regiones.

“En ese sentido, la escuela debería ir convirtiéndose en un laboratorio de futuro, en un laboratorio de lo que en la sociedad todavía no se practica, pero que, en la escuela, como una escuela ciudadanizadora, podemos ir aprendiendo entre todos”. Es, refirió Gunther, lo que María Bertely llama un interaprendizajedonde todas y todos aprenden a convivir en esa diversidad, lo que implica tensiones, contradicciones y divergencias. Pero vivir esas divergencias, respetarlas y, sobre todo, convivir con ellas, es parte clave del futuro del sistema educativo.

Esa escuela que el doctor imagina como un laboratorio, es una comunidad de aprendizaje en la que se prohíben los manuales, las recetas y las soluciones simples, “porque cada comunidad, cada vecindad, cada barrio, cada escuela, requiere de su propio enfoque intercultural, de cómo aprovechar no una diversidad en abstracto, una diversidad de libro de texto, sino la composición diversa del propio grupo”.

Necesario, contextualizar la interculturalidad

Por ser términos complejos y polisémicos, la interculturalidad y la inclusión necesitan ser contextualizados, o sea, llevar a situaciones reales y concretas de la vida cotidiana, pues no es lo mismo hablar de interculturalidad en contextos rurales e indígenas, que hablar de interculturalidad en las universidades privadas, agregó el Dr. Stefano Sartorello, académico del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Interculturalidad e inclusión son además “palabras que no podemos permitirnos que sean definidas únicamente desde el Estado y sus políticas; porque el Estado y las políticas educativas simplifican todo, porque necesitan ser financiables, necesitan ser buenos slogans para poder enunciar de manera muy sencilla temas que son muchísimo más complejos y articulados”.

Por eso, el investigador del INIDE opina que interculturalidad e inclusión son términos que deberían más bien ser coconstruidos a partir de las diferentes situaciones y, sobre todo, desde las y los diferentes actores que intervienen en concreto en escenarios multiculturales, para transformarlos en escenarios interculturales.

Agregó que, si tuviera que definir interculturalidad a partir de los contextos donde ha trabajado, diría que la interculturalidad se asocia con el antirracismo y con la no discriminación social, política, económica y de género, no solamente la étnica. E interculturalidad también implica hablar de pluralismo ontológico y epistemológico.

En respuesta a ¿cuáles son los principales desafíos para tener un sistema educativo equitativo, incluyente y que responda a la interculturalidad y la  diversidad?, el doctor Dietz dijo que: “La escuela no es parte del mundo de vida de quienes supuestamente son beneficiarios de la escuela”.

Lo anterior tiene que ver con la construcción histórica de México, que “ha sufrido” dos fenómenos contradictorios y que persisten hasta la fecha: la colonialidad y la republicanidadUna colonialidad que segregó del sistema educativo a aquellos que son diferentes (los indígenas) a las elites hispanófilas y criollas. Colonialidad que, desde la Independencia, coexiste con la republicanidad, la cual impuso un modelo asimilacionista y homogeneizador.

Por otra parte, desde el Estado nación, desde la Secretaría de Educación Pública, hay un afán de imponer todo, como los mecanismos burocráticos y los mecanismos de atención a desafíos, lo que “genera un dispositivo institucional que nunca ha aterrizado en la realidad”.

Y, “hasta la fecha, las escuelas siguen simulando”, porque no atienden a la realidad, sino a la ficción, al atender a niños que en su mayoría se imaginan como varones, que viven en familias clásicas del patriarcado hegemónico, en las que hay un espacio para desayunar y un espacio para estudiar, y donde los niños no tienen que trabajar, porque son de clase media o media alta.

Pero la realidad de México, señaló Gunther, es que incluso desde antes de la pandemia de COVID-19 la mayoría de las niñas y de los niños no desayunaban antes de salir de casa, no son de clase media alta, no tienen en su casa un lugar aislado para estudiar y trabajan antes o después de ir a la escuela.

“El principal reto, desde mi punto de vista, para que realmente tengamos un sistema educativo equitativo, incluyente e intercultural, es que tenemos que arrancar la escuela de esas nubes burocráticas, de esas nubes de hacedores de políticas educativas que nunca salieron de su zona de confort, para aterrizarlas en la realidad. Y para eso, tenemos que reinventar la escuela desde abajo, lo que a mí me gusta llamar, reinventarla de manera inductiva, de lo concreto a lo abstracto, y no de lo abstracto a lo concreto”.

Empero, el docente de la Universidad Veracruzana no ve cambios sexenales, sino una gran continuidad de unas políticas públicas diseñadas desde arriba, sin diálogo con el magisterio y sin contar con la experiencia de 20 o 30 años que tienen muchas maestras y maestros y, por eso, “diseñan políticas asimiladoras para la clase media, media alta, políticas segregadoras para aquellos bichos raros que no entramos en el imaginario de esas políticas. Y lo que se pierde es experiencia de diversidad, experiencia de convivencia”.

La interculturalización de la sociedad

Sartorello añadió que “de ninguna manera” las políticas públicas son pertinentes y suficientes. En el caso de la interculturalidad, el problema es que de ésta se habla únicamente en lo que atañe a la educación y a la escuela; pero el Estado, la principal institución del país, ha negado la diversidad y se niega a dialogar con esta diversidad, porque sigue teniendo una impronta muy republicana y muy colonial.

El catedrático de la IBERO cuestiona al respecto, dónde queda la interculturalización de la política, siendo que en México hay muchas maneras de hacer política, por ejemplo, la de los zapatistas, la de colonias populares y la de comunidades indígenas; por qué no interculturalizar la justicia, si hay formas diversas de ejercerla, por ejemplo, no encarcelando a la gente, sino poniéndola a hacer trabajos útiles para remediar el daño que han ocasionado; o por qué no interculturalizar los medios de comunicación masiva.