Sinónimo de responsabilidad y rectitud, así se recuerda al Sr. Alfonso Molina Hernández, quien se convirtió en un referente de la entrada de la 21 en la UPAEP.


Recibió y despidió a miles de estudiantes y colaboradores durante su vida profesional en la universidad y hay dos palabras con las que todos los que tuvieron la oportunidad de convivir con él lo recuerdan, responsabilidad y rectitud, hoy a un mes de su partida a la casa del Padre, decidimos recordarlo y honrar su legado.
 
“Cristiano ejemplar, hombre íntegro, padre amoroso, Águila de corazón, y quién desde su trinchera participó en la lucha por la fundación de nuestra universidad”, así es como Eduardo Molina Camacho describe a su padre, mismas palabras con las que se refiere Carlos Castro Mendoza, responsable del Proyecto Memorial UPAEP.
 
Fiel a sus convicciones, el Sr. Molina defendió desde el momento de su fundación a la universidad, Castro Mendoza, narró que hay constancia de la firma de Don Alfonso en algunos desplegados publicados en distintos medios de comunicación durante el periodo de constitución de la UPAEP.
 
Además, Eduardo Molina, quien también colabora en la universidad en el área de Bellas Artes, agregó que respecto a este momento en la vida de su papá recuerda que en aquel entonces la convicción de que el proyecto de la UPAEP era algo por lo que valía la pena luchar, llevó a Don Alfonso a defender su fundación a capa y espada.
 
Su llegada a la universidad se encuentra muy ligada a la amistad que forjó con Urbano Ponce, quien estuvo en el área de personal de la universidad por muchos años, juntos laboran en un edificio ubicado en la 4 poniente y 21 norte que era lo que se conocía como la Técnica Laboral y posteriormente se suman a la UPAEP en el edificio que hoy es Prepa Santiago, en la 9 poniente tras la invitación de Eduardo García Suárez.
 
Alfonso Molina, se convirtió rápidamente en un miembro muy querido dentro de la universidad, fue uno de los primeros miembros del área de mantenimiento y seguridad dentro de la institución; “fue justo en su labor en la puerta de la 21 que mi padre descubrió su vocación, le gustaba mucho el poder tener contacto con los jóvenes y sobretodo el poder compartir y platicar con los demás”, describió Eduardo Molina.


 
“Le encantaba el contacto con los alumnos, el día a día, recibirlos, darles consejo, de ahí, ya no quería separarse de ese lugar, de ser el custodio de la puerta de la 21 sur, la plática con los alumnos sin lugar a dudas fue lo que más le gustaba hasta sus últimos días laborando en la universidad”, continuó explicando.
 
Algo muy significativo, y por lo que muchos de los miembros de la comunidad universitaria recuerdan a Don Alfonso, era cuando solicitaba la credencial para permitir o negar el paso a la institución, son muchas las anécdotas que giran en torno a esta característica, pero la constante en todas ellas es el sentido de responsabilidad que el Sr. Molina quería instruir a los jóvenes universitarios.
 
Este sentido de responsabilidad, expresó Carlos Castro fue algo que caracterizó a Don Alfonso, “quienes tuvimos la fortuna de conocerle como estudiantes y posteriormente como colaboradores podemos dar fe de ello. Nunca lo veías fuera de su sitio, siempre cumplía sus horarios, además no recuerdo tener conocimiento de que alguna vez faltara a laborar; la responsabilidad y el respeto son dos aspectos que recuerdo mucho de él”.
 
Estos valores también los transmitió a todos sus hijos, recordó Eduardo; “los dos valores más fuertes que nos transmitió fueron primero la responsabilidad con el trabajo, él no llegaba a faltar; un día para poder llegar a tiempo a la universidad, se colgó del camión y la puerta del camión le agarró el brazo y él corriendo con el brazo dentro del camión; se lo lastimó y así llegó a trabajar, esta es una muestra del grado de responsabilidad que mi padre tenía”.
 
El otro valor -dijo-, fue el de cumplir las reglas por ello su posición tan firme al momento de solicitar la credencial, y así era en casa, teníamos que cumplir las reglas en casa, estos valores hoy permea en sus hijos y los hacen patentes en su día a día.
 
En su faceta como padre y abuelo, siempre fue un gran consejero, guía y apoyo, siempre mostrando una sonrisa, pero también para los más pequeños fue su gran adoración, “le sobraba plática y afortunadamente con el tiempo que laboró en la universidad logró conocer, saber de cosas de gran trascendencia y las transmitió a los nietos, hijos y bisnietos, creando así un gran vínculo que hoy se extraña”, describió Eduardo.
 
Por estas innumerables anécdotas podemos afirmar que, no sólo fue un custodio para la entrada a nuestra universidad sino de los valores que nos rigen y que desde la fundación se hacen patentes en cada miembro de la comunidad universitaria. ¡Muchas gracias por todo Señor Molina!