Los altos índices de violencia generalizada han llevado a que los códigos de reconstrucción social no puedan entenderse de otra manera que en clave de resistencia.

 

Por primera vez en 31 años de lucha, uno de los 13 militares responsables del asesinato de los jesuitas de la UCA ha sido sancionado con más de cien años de prisión, lo cual alimenta la esperanza para que este acto no quede impune. Por ello, este año la Cátedra Latinoamericana Ignacio Ellacuría, SJ dedicó sus reflexiones a la justicia y la reconstrucción comunitaria en nuestro continente.

 

El Mtro. Juan Luis Hernández Avendaño, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla, celebró que, a 16 años de su fundación, la Cátedra Ellacuría está presente en América Latina y España y contribuye a que las Universidades jesuitas puedan hacerse cargo de la realidad de manera colaborativa.

 

La jornada de tres días cerró con los aportes propios de la IBERO Puebla donde se conciliaron las reflexiones de la encíclica Fratelli Tutti del papa Francisco con el pensamiento ellacuriano. En dicha carta, el Santo Padre establece que la verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad; Ellacuría, por su parte pensaba que la realidad es la principal asignatura de las universidades.

 

Piedras, barricadas y cacerolas

 

Durante la dictadura militar chilena encabezada por Augusto Pinochet, la Iglesia católica se convirtió en un actor político fundamental, tanto en la rearticulación de la cultura democrática como en la defensa de los derechos humanos. Así lo explicó la Dra. Viviana Bravo Vargas, profesora investigadora de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile.

 

La fundación del Comité de Cooperación para la Paz (1973), conformado por diferentes órdenes religiosas, buscó dar asistencia jurídica, económica y espiritual durante el golpe militar. Al mismo tiempo, se procuró registrar las múltiples violaciones a los derechos humanos. “La visión de dejar testimonios permitió que en Chile tengamos un amplio archivo generado por la Iglesia cristiana”.

 

Tras la clausura del Comité en 1975 por órdenes del régimen, se creó la Vicaría de la Solidaridad, una institución protegida contra la intervención militar y que contó con la intervención de abogados, periodistas, personal médico y administrativo. Así, a través de la Revista Solidaridad, se consolidó un canal de distribución de testimonios de represión y denuncias a detenciones arbitrarias.

 

Los esfuerzos de los colectivos eclesiásticos y laicos rindieron frutos en las Jornadas de Protesta Nacional (mayo, 1983). La coordinación civil fue resultado de años de organización clandestina a través de las instancias lideradas por los cristianos comprometidos. “Se fue forjando muy silenciosamente hacia afuera, pero sólidamente hacia adentro”, concluyó Bravo Vargas.

 

Territorio en disputa

 

Una de las características del conflicto en Colombia, extensible al resto del continente, es que el territorio es un elemento en permanente disputa. Las ciudades-Estado concentran el poder político y económico y observan en las zonas rurales una oportunidad para generar y acumular riquezas. Así lo explicó el Dr. Emilio Polo Garrón, académico de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia de Colombia.

 

En situaciones de conflicto armado, no solo existen procesos de violencia directa, sino estructural: todos aquellos factores que imposibilitan la vida digna de las personas. Además, la violencia cultural ─o simbólica─ se emplea como un discurso que legitima las otras dos modalidades de criminalidad. “El primer paso para legitimar la violencia es determinar que una persona es desechable”, advirtió.

 

Para Polo Garrón, los procesos independentistas del siglo XIX no acabaron con las relaciones de dominación establecidas durante la colonialidad. El Estado, lejos de transformar las estructuras sociales, las perpetuó, lo que ha derivado en la crisis actual de credibilidad de las instituciones, la cual también se debe a que las agendas están marcadas por los intereses particulares, no populares.

 

En Colombia, la reconstrucción del tejido social ha sido por la articulación de procesos comunitarios ante la ofensiva neoliberal, donde se ocupan espacios y obligaciones abandonadas por el Estado. Los grandes retos a nivel mundial, concluyó el especialista, tienen que ver con la lucha por la calidad de vida y la contracción de las brechas de desigualdad.

 

Desgarramientos civilizatorios

 

La Dra. María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, investigadora de la IBERO Puebla, incorporó el concepto de desgarramientos civilizatorios para referirse a las modalidades de esta crisis de la existencia humana. Uno de estos casos es la discordia entre la viabilidad del desarrollo para una minoría y su viabilidad ecológica para la mayoría, donde se despoja de sus territorios a los pueblos originarios se obtienen los recursos para el desarrollo urbano.

 

En México, la categoría “ciudadano” consolidó el racismo científico: la construcción cultural se dio a través del mestizaje y la aspiración a la "blanquitud", hecho que resignificó las diferencias que legitiman la jerarquización. Este proceso ha imposibilitado la articulación de ciudadanía y diversidad cultural.

 

Del mismo modo, la defensa del patriarcado frente a la igualdad de las mujeres y la ruptura de la heterosexualidad ha supuesto cimbrar a una civilización fundada bajo un orden universal racializado y asexuado. La abolición de la heteronorma, si bien tiene bases saludables, ha reforzado la fisonomía cruel de las violencias, haciéndolas más espectaculares, visibles y cínicas.

 

Ante una ruptura de andamiajes de alta duración, es necesario desarrollar la creatividad para recrear la supervivencia material y el involucramiento solidario a través de la entereza y la compasión, así como hondura espiritual. Sánchez Díaz de Rivera cerró el conversatorio externando tres saberes para el futuro: “La confianza en el mañana, la capacidad de enfrentar las desgracias y de celebrar a pesar de las adversidades”.

 

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Prensa y Relaciones Públicas / Germán Báez Monterrubio

 

Reportero Multimedia y texto / Roberto Pichardo Ramírez/GBM

 

Captruas de pantalla / Ramón Tecólt González