La obra de teatro Desde la vida fue presentada por la compañía alemana Deutsch Schauspielhaus Hamburg en el Auditorio del Estado de Guanajuato

 

(Kevin Aragón) GUANAJUATO.— Desde 2020, en Alemania volvió a ser legal la práctica del “suicidio asistido”, que otorga el derecho a las personas a disponer de su vida en caso de padecer alguna enfermedad, lo bastante grave o si la vejez ha amancillado demasiado la funcionalidad de sus cuerpos y la calidad de sus vidas.

 

Los alemanes no le llaman “eutanasia”, porque evoca la forma terrible con que el régimen Nazi utilizó este término para acabar con la vida de que eran consideradas sin valor. Sin embargo, la división de opiniones no ha cesado.

 

Sobre esto versa la obra de teatro Desde la vida, que la noche de ayer presentó la compañía alemana Deutsch Schauspielhaus Hamburg en el Auditorio del Estado de Guanajuato, como parte de las actividades de la 50.ª edición del Festival Internacional Cervantino.

 

Con un desarrollo bastante sobrio, pero con momentos cargados de una oscura ironía, se contaron cinco historias en forma de monólogos con perspectivas distintas sobre este tema que no fue sencillo de digerir para el público mexicano, pues, aunque seamos de una cultura tan cercana a la muerte, hablar del suicidio o preparar a voluntad todos los detalles de nuestra última partida sigue siendo, en algún grado, un tabú.

 

Así, en medio de lo que podría ser la sala de una funeraria, se dio a conocer el modo en que vive uno de los “acompañantes” particulares, de quienes han recurrido de manera anticipada a agendar su propia muerte; la cual no es nada fácil, pues esto representa enfrentar el prejuicio y el desconocimiento de la mayoría de la población, esto sin contar la carga moral que inevitablemente acarrea su oficio que, en definitiva, él cree, es lo mejor que se puede hacer por las personas en tales condiciones.

 

También, en ese mismo tenor, se habló de la historia de una voluntaria que encontró su vocación ayudar partir a pacientes terminales, tras haber experimentado la desesperación de ver morir lenta y cruelmente a sus padres en las antipáticas salas de los hospitales.

 

Mientras que, por el contrario, una enfermera en un centro de también pacientes terminales, expuso sus argumentos sobre la alternativa de extender hasta los últimos momentos la vida de sus enfermos, a través de cuidados paliativos que disminuyen el dolor, pues “no, aquí no hay muerte que no sea digna”.

 

Pero luego estuvo presente el melancólico testimonio de un adulto joven que tomó la decisión de ser “asistido”, tras conocer que padecía un avanzado cáncer de próstata. Este se preguntaba, frete a los ojos de un público que mantenía los brazos cruzados y la vista atenta a los subtítulos desgarradores, si estaría dispuesto a ver caer su cuerpo y mirar a sus familiares sufrir más que el su lastimoso fin.

 

Y luego, ahí, la voz del hijo de una pareja que firmemente quiso partir al mismo tiempo. ¿Cómo respetar aquella elección, sin sentirse abandonado e incluso traicionado?

 

Todas estas historias fueron realizadas a través de una larga serie de entrevistas con personas que han tomado la decisión de ser“asistidos”, así como la recopilación de los debates que desde 2015 se realizaron en el parlamento alemán, en cuya raíz se discutió el legítimo derecho individual a decidir sobre el cuerpo y su destino.

 

¿Es el “suicidio asistido” un acto de compasión, de ayuda al prójimo o un incentivo hacia la salida fácil ante la desesperación y la desesperanza?