A pesar de su alta proximidad evolutiva, perros y lobos tienen algunas diferencias en su fisiología, por efecto de la selección artificial.

 

El perro viene del lobo.

La domesticación del lobo gris (Canis lupus lupus) dio lugar a que evolucionara para convertirse en algo diferente, el perro (Canis lupus familiaris). Si atendemos a las pistas que nos aportan los nombres científicos, podemos ver que no se trata de dos especies diferentes, sino que el perro es una subespecie del lobo. Pero son la misma especie.

 

Aunque solo con observar la gran variedad de razas de perro que hay en la actualidad podemos discernir claramente que, a pesar de tratarse de la misma especie, las diferencias entre ellos son múltiples. Dependiendo del criterio biológico que se use para definir "especie", incluso a veces se les puede considerar como dos especies diferenciadas en vez de dos subespecies (Canis lupus y Canis familiaris). En cualquier caso, lo que sabemos con certeza es que los lobos actuales y los perros domésticos son grupos taxonómicos hermanos, ya que ambos descienden de un ancestro común. La selección artificial, lograda mediante una reproducción intensiva y dirigida, ha dado lugar a una inmensa variabilidad en cuanto a morfología, comportamiento y aptitudes de los perros. En estas líneas vamos a hacer un breve recorrido por la fisiología de ambos animales, perros y lobos, para mostrar cuáles son las diferencias y similitudes, más allá de lo que vemos a simple vista.

 

También será interesante ver las semejanzas con los seres humanos, ya que compartimos con ambos la condición de mamíferos.

 

Alimentación y aparato digestivo

Tanto el lobo como el perro son animales claramente carnívoros, sin embargo, la domesticación y la variada dieta a la que se ven sometidos los perros ha hecho que se produzcan cambios fisiológicos en el aparato digestivo de nuestros fieles compañeros.

 

Recientemente se han encontrado diferencias genéticas entre ambos que indican que los perros tienen mayor capacidad para digerir alimentos ricos en glúcidos, lo que les ayuda a adaptarse mejor al entorno humano. Debido a esta mayor capacidad, muchos de los productos alimenticios actuales para perros no son aptos para los lobos. Basándonos en la alimentación de los lobos, podemos afirmar que la de los perros domésticos es muy diferente. En el entorno natural, los lobos se alimentan de presas a las que matan, carroña y, ocasionalmente, hierbas y frutas. De las presas aprovechan prácticamente todo: carne, huesos, vísceras e incluso la piel y el pelo, que ayuda a la digestión y el tránsito intestinal. El pescado también es fundamental en la dieta de los lobos. En el análisis nutricional de este tipo de dieta se observa que tiene una base de proteína y grasa y es muy baja en glúcidos.

 

Está claro que los perros no son lobos, pero comparten un aparato digestivo común, así que, en términos fisiológicos, los perros son por dentro lobos de pleno derecho. El sistema digestivo de los perros es bastante similar también al nuestro y cuenta con los mismos órganos de los que disponemos los seres humanos, aunque podemos remarcar algunas diferencias significativas: los perros tienen cuarenta y dos dientes, frente a los treinta y dos nuestros, sus mandíbulas son más potentes y fuertes que las nuestras. El esófago es un tubo alargado proporcional al tamaño del cuerpo y conecta con el estómago que puede contener un volumen importante, de hasta ocho litros en perros de gran tamaño. En su interior se mantiene una acidez elevada con un valor de pH que oscila entre uno y dos, mientras que en humanos varía de uno a tres. Su intestino delgado puede medir entre dos y seis metros, dependiendo también del tamaño del perro. El intestino grueso apenas mide entre veinte y ochenta centímetros de longitud, pero tiene un tránsito muy lento.

 

La espiración-inspiración suele realizarse unas veinticinco veces por minuto, en reposo, los perros de mayor tamaño, unas quince veces por minuto y los humanos adultos sanos, entre doce y veinte veces por minuto.

 

Circulación y aparato circulatorio

 

El aparato circulatorio de los perros consta de los mismos componentes básicos que el de los demás vertebrados: un corazón y muchos vasos sanguíneos, como arterias, arteriolas, capilares, vénulas y venas. El corazón del perro es un órgano hueco con forma cónica constituido por músculo estriado cardiaco, cuyo interior está dividido en cuatro cámaras, las cuales están separadas por tabiques musculares y aperturas con válvulas. Su ubicación es en la zona media del tórax, inclinado hacia el lado izquierdo. El sistema de vasos sanguíneos es muy similar al nuestro, presentando una anatomía arterial y venosa similar, incluso con las válvulas semilunares en las venas.

 

Del mismo modo presenta también una circulación menor, entre el corazón y los pulmones, y una mayor, entre los pulmones y el resto de órganos del cuerpo. Mediante contracción de la fibra muscular cardiaca (sístole) y la relajación de la misma (diástole), la sangre se mueve por los diferentes compartimentos. La sangre pasa de las aurículas a los ventrículos y de estos a las grandes arterias, en un flujo unidireccional gracias a las válvulas. Cuando la sangre cambia de compartimento, las válvulas se cierran originando los característicos ruidos cardiacos.

 

Como en el caso del lobo, y también del humano, los perros cuentan con un componente linfático que juega un importante papel en las funciones inmunitarias, pero también en el mantenimiento de la volemia, es decir, del volumen sanguíneo. Los vasos linfáticos forman un circuito abierto cuyos capilares se encuentran muy próximos a los capilares sanguíneos, para recoger el excedente de líquido que queda en dicha zona y devolverlo a la circulación sanguínea.

 

Respiración y aparato respiratorio

La respiración en perros es básicamente igual a la de los lobos y también a la de los humanos. Consta de dos movimientos pulmonares, la espiración y la inspiración, que se realizan gracias al diafragma y a los músculos intercostales. Con ellos, se consigue llevar oxígeno a todos los órganos del cuerpo.

 

En los perros, cada ciclo de espiración-inspiración suele realizarse unas veinticinco veces por minuto, en reposo. En las razas de perro de mayor tamaño baja hasta unas quince veces por minuto, mientras que los humanos adultos saludables realizan entre doce y veinte ciclos por minuto.

 

Reproducción y aparato reproductor

 

Las lobas dan a luz camadas de entre cuatro y seis cachorros, tras una gestación de unos sesenta y cinco días, al igual que las perras.

 

Las crías de lobo reciben el nombre de lobeznos desde que nacen hasta que tienen unos cinco meses de edad; después pasan a llamarse lobatos, hasta que tienen unos diez meses y pasan su primer invierno. A partir de entonces pasan a ser lobos adultos jóvenes, que no alcanzarán la madurez sexual hasta que no tengan dos o tres años.

 

Las crías de perro se conocen como cachorros de manera genérica. La mayoría de perros de razas de talla mediana o pequeña son maduros sexualmente al llegar a los seis meses de edad, siendo aún cachorros. En ese momento, sus órganos sexuales están completamente desarrollados y son capaces de reproducirse. Sin embargo, las razas más grandes maduran aproximadamente a los catorce meses. Desde el punto de vista físico, los perros alcanzan su máximo desarrollo cuando cumplen un año, aunque las razas de mayor tamaño pueden seguir creciendo hasta los dos años.

 

Tanto en perros como en lobos se puede dar un fenómeno llamado superfecundación heteroparental, que ocurre cuando se fecundan a la vez dos óvulos distintos de la hembra por espermatozoides procedentes de distintos padres. En humanos es algo bastante infrecuente y tiene que dar la casualidad que en uno de los ciclos menstruales se produzcan dos ovulaciones, una en cada ovario de la mujer, que esta esté con varias parejas (al menos dos hombres distintos) y que cada uno de los óvulos sea fecundado por el esperma de un hombre distinto. En el caso de que todo esto confluyera, nacerían dos niños mellizos, hermanos de madre, pero de distintos padres. La superfecundación heteroparental, a pesar de ser rara en humanos, es bastante habitual en perros, y por extensión, también en lobos. En estos casos, una perra o una loba pueden tener una camada en la que los cachorros sean de distintos padres.

 

Sistema nervioso

El sistema nervioso de los cánidos es bastante similar entre ellos, pero uno de los cambios anatómicos más llamativos que podemos observar en los perros con respecto al lobo, es el cráneo. De hecho, muchas veces el propio cráneo es una de las características que sirven para diferenciar o definir una raza.

 

Una consecuencia directa de lo anterior es que el tamaño del cerebro de los perros, en término medio, se ha reducido un 30 % en relación al tamaño del cerebro de los lobos. Estos cambios morfológicos en la anatomía cerebral se deben a la selección artificial. Además, se relaciona la reducción de tamaño con respecto al de los lobos, con una disminución del sistema límbico, que aumentó la tolerancia hacia los humanos, modificando las reacciones de huida o lucha.

 

Órganos de los sentidos

Si atendemos a los órganos de los sentidos y el uso que le dan los perros, en comparación con los humanos, tienen casi superpoderes. Los perros y los lobos tienen un olfato cincuenta veces más eficaz y preciso que el de los seres humanos, pueden olfatear por los dos orificios de manera independiente, enviando la información a zonas diferentes del cerebro. Es como una especie de «olfato en estéreo» con el que entienden su entorno de la misma manera que los humanos lo hacemos con la vista. Teniendo unos 280 millones de receptores, en comparación con los 5 millones que tenemos nosotros, su sensibilidad es muy superior a la nuestra. Gracias a ello necesitan menor concentración de partículas de olor para detectar la presencia de una sustancia o pueden detectar los componentes de mezclas, lo que explica que se les entrene para detectar drogas o explosivos.

 

Su oído es muy fino, pudiendo orientar sus orejas hacia la fuente del sonido. Sus orejas cuentan con diecisiete músculos que les permiten localizar el origen de un sonido. Gracias a ello, los lobos y los perros actuales pueden localizar a sus presas y depredadores, al igual que hacían sus antepasados. Oyen un espectro de sonidos muy amplio, incluyendo los más débiles que son imperceptibles para nosotros. El lado negativo de esto es que a partir de unos 80 dB la sensibilidad de su oído alcanza su umbral de dolor.

 

En cuanto a la vista, los perros presentan una visión crepuscular, que en la oscuridad es mejor que la nuestra, como muchas otras especies de animales mamíferos con hábitos nocturnos. La creencia popular de que los perros ven en blanco y negro es un mito, ya que ven el mundo en colores, aunque sean unos colores diferentes a los que vemos nosotros. Nuestra visión se basa en tres colores, mientras que la de los perros se basa en dos. Pueden ver los colores amarillo y azul-violeta. Además, los humanos percibimos los colores de manera más intensa y brillante, mientras que ellos los ven más pobres y con tonalidad pastel. Su mayor sensibilidad a la luz les permite ver en condiciones de escasa iluminación. Esto es posible gracias a una mayor cantidad de receptores que se activan con poca luz y a la presencia de una estructura que actúa como un espejo reflejando la luz en el interior del ojo y provocando una mayor estimulación de la retina.

 

Los perros tienen los ojos muy sensibles al movimiento, sobre todo en condiciones de penumbra o en grandes distancias, aunque su visión lejana es más borrosa que la nuestra. También hay diferencias con respecto a nosotros debido a la posición más lateral de sus ojos, frente a la posición frontal humana. Debido a ello, tienen una visión más periférica, y se reduce la zona de visión binocular.

 

El tacto de los perros es muy similar al humano, exceptuando la nariz y las almohadillas, zonas especialmente sensibles. Los perros poseen unos pelos especiales llamados vibrisas, que aumentan la sensibilidad táctil en ciertas partes del cuerpo. Se trata de pelos largos, rígidos y muy sensibles, que se localizan al lado de la nariz, encima de los ojos, en las mejillas y barbilla y debajo de la mandíbula.

 

En el caso del gusto presentan más limitaciones que nosotros. Solo cuentan con unas mil quinientas papilas gustativas, frente a las nueve mil nuestras. Los perros pueden discriminar los sabores ácidos, amargos, dulces e, incluso, umami, pero no detectan el sabor salado. Su sensibilidad al sabor umami sí es superior a la nuestra, lo que refleja sus preferencias dietéticas, puesto que los alimentos ricos en proteínas y aminoácidos, como por ejemplo la carne, tienen este sabor.

 

Comportamiento

Los perros son extremadamente sociables, mientras que los lobos son más territoriales y más precavidos ante situaciones desconocidas o peligrosas. Se ha comprobado que su capacidad para mirarnos a los ojos es clave para explicar el fuerte vínculo que los perros mantienen con los humanos.

 

En ambos, perros y humanos, cuando comparten miradas, se produce un gran aumento en los niveles de oxitocina, hormona relacionada con la conducta maternal, con los comportamientos sociales, sentimentales y los patrones sexuales. Varios estudios sobre el tema han demostrado que cuanto más tiempo se pasan mirándose a los ojos perro y humano, mayor es el nivel de oxitocina, con un aumento del 130 % en los cánidos y del 300 % en los humanos. Los mismos experimentos replicados con lobos criados a biberón y humanos no mostraron cambios similares en los niveles de oxitocina.

 

También hay diferencias en las formas de comunicación, puesto que mientras que los perros ladran, los lobos gruñen y aullan.

 

Tanto perros como lobos se mueven en manadas, aunque los lobos desarrollan estructuras sociales muy complejas, con una pareja reproductiva a la cabeza, mientras que en los perros domésticos difícilmente se puede dar esta situación.

 

Conclusión

Hemos comprobado que perro y lobo no son lo mismo, a pesar de su parentesco. Pero también hemos comprobado que comparten mucho entre sí, lo cual es perfectamente lógico y razonable. Parece mentira que de aquellas primeras fieras que por curiosidad, hambre o la suma de estos y otros factores, se acercaron a los campamentos del hombre primitivo hayamos conseguido, por selección artificial, a unos fieles compañeros, unos incansables guardianes, que nos acompañan y nos ayudan en nuestro día a día. Nuestros lobos familiares son una de las pocas reminiscencias que nos quedan, en nuestro modo de ser urbanita, de nuestra vida pasada en la naturaleza.