Explorando las implicaciones éticas y globales de los alimentos ultraprocesados: desafíos, dilemas y posibles soluciones en el contexto de la bioética mundial.

 

Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento, es un conocido aforismo del padre de todos los médicos, Hipócrates, que hoy día cobra más vigencia que nunca. Ello debido a que en la actualidad, la comida ultraprocesada, que predomina en nuestra dieta, no solo no es medicina, sino que es muy perjudicial para nuestra salud. Por eso, resulta valiosa y oportuna la propuesta denominada "Los alimentos ultraprocesados como un tema de estudio de la bioética global", que en 2023 ha dado a conocer el doctor Gustavo Pérez Berlanga, académico de la Universidad Anáhuac.

 

El experto en ética aplicada plantea que "existe evidencia de los daños que causa en las personas el consumo de alimentos ultraprocesados, los cuales se manifiestan en las llamadas enfermedades no transmisibles como sobrepeso, obesidad, diabetes, hipertensión, algunos padecimientos respiratorios y hasta cáncer. Además, hay autores que también relacionan afectaciones a la salud mental, como depresión y ansiedad, con el consumo de este tipo de alimentos".

 

En su exposición, el doctor Pérez Berlanga comienza por definir los alimentos ultraprocesados como aquellos productos que, además del exceso de ingredientes como sal, azúcares y grasas (saturadas y trans), también incluyen componentes como saborizantes, colorantes, edulcorantes emulgentes y demás aditivos, mismos que se añaden industrialmente para mejorar la experiencia gustativa, y están presentes en productos como los cereales azucarados las bebidas gaseosas, jugos de frutas procesados, sopas instantáneas, margarinas y frituras, entre muchos otros.

 

A partir de esta definición, el también especialista en responsabilidad social explica los riesgos asociados a las enfermedades no transmisibles y padecimientos mentales que implica el consumo excesivo de estos ingredientes y componentes, contenidos en la comida ultraprocesada y bebidas azucaradas. En cada caso presenta, además, las cantidades de ingesta máxima diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre los riesgos asociados a las enfermedades no transmisibles, el doctor Pérez Berlanga destaca: obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, aumento de los niveles de triglicéridos, accidentes cerebrovasculares e hígado graso; hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, padecimientos renales, osteoporosis, retención de líquidos, aumento del colesterol LDL (el “malo”) y varios tipos de cáncer, así como dolores de cabeza, náuseas, sudores, palpitaciones, asma y otras afecciones respiratorias.

 

Y entre los riesgos asociados a enfermedades mentales, menciona: depresión, ansiedad y otros trastornos del estado de ánimo; hiperactividad y déficit de atención en niños y adolescentes, así como demencia. A decir del también experto en desarrollo sostenible se cuenta con la suficiente información científica para asegurar que tales padecimientos son promovidos por el consumo de alimentos procesados, “por lo que también se puede afirmar que la industria encargada de elaborarlos contribuye a la promoción de estas enfermedades (…) a menudo involucra prácticas comerciales cuestionables desde la bioética global, como el cabildeo legislativo para proteger sus intereses económicos o la mercadotecnia que promueve el consumo de productos no saludables”.

 

Frente a esta problemática, el académico plantea que se requiere una reflexión bioética profunda con una visión integral que involucre a los distintos actores (gobiernos, empresas, especialistas y consumidores), desde una perspectiva interdisciplinaria que considere los aspectos antropológicos, legales, filosóficos, económicos y de salud implicados en el tema.

 

Examinando las implicaciones para la salud pública, el medio ambiente y la justicia social, y considerando estrategias éticas.Shutterstock

 

De esta manera, “la bioética global puede desempeñar un papel catalizador para promover una mayor responsabilidad en el segmento de la industria alimentaria, sin restar autonomía y responsabilidad al individuo en sus elecciones de consumo”, concluye el doctor Pérez Berlanga.