Ha salvado millones de vidas. La investigación de variedades de cereales más resistentes con la mecanización del campo produjeron la transformación agraria.

 

El término revolución verde se refiere al cambio en la forma de cultivar la tierra que comenzó en México en la década de 1940 y que consiguió aumentar la producción vegetal como no se había visto nunca antes.

 

El responsable fue un ingeniero agrónomo texano, Norman Borlaug, que en 1944 visitó México con el fin de investigar nuevas variedades de trigo de alto rendimiento y resistentes a enfermedades. Para ello utilizó el clásico método de ensayo, prueba y error. Así, uniendo el resultado de su investigación con la introducción de una mecanización del campo a gran escala, México se hizo autosuficiente en trigo en 1956, y en la década de 1960 fue capaz de producir más del que necesitaban sus ciudadanos, por lo que se convirtió por primera vez en su historia en país exportador de este cereal. Todo un logro, habida cuenta de que, antes del trabajo de Borlaug, México importaba casi la mitad de sus necesidades de trigo. Semejante triunfo hizo que los principios de la revolución verde se expandieran por el mundo, mientras las fundaciones norteamericanas Rockefeller y Ford impulsaban la investigación de estas nuevas técnicas de agricultura intensiva.

 

En la década de 1950 era evidente que Asia se iba a enfrentar a una crisis alimentaria inminente. El arroz representaba el 80 % de las calorías consumidas en la región, y solo se necesitaba proyectar el crecimiento de la población y compararlo con la producción de arroz para calcular que, en pocos años, no habría suficiente para todos. La situación era preocupante: a principios de los sesenta la India estaba al borde de la hambruna. Borlaug y la Fundación Ford diseñaron todo un programa de investigación con científicos del país, y fruto de ello fue el desarrollo de una nueva variedad de arroz: la IR8. Esta producía más grano por planta cuando se cultivaba con riego y fertilizantes. Si con la variedad habitual en la India solo era esperable un máximo de una tonelada y media al año de arroz por hectárea, el rendimiento de la cepa lR8 era de diez toneladas por hectárea. Esta unión de una cepa de alto rendimiento de Indonesia con una robusta variedad enana de China dio resultados sorprendentes; nunca en la historia del mundo había sucedido que la producción de arroz se duplicara en un único paso. Lo mismo sucedió en Filipinas, que pasó de producir tres millones de toneladas de arroz a siete en tan solo dos décadas, y, siguiendo los pasos de México, se convirtió en exportador de arroz por primera vez en su historia.

 

 

No hay duda de que la revolución verde salvó millones de vidas, aunque no triunfó en todo el mundo. De hecho, hubo lugares en los que provocó todo lo contrario a lo que pretendía. Ese fue el caso de Bali.

 

A los pies del monte Agung se encuentran centenares de hectáreas de terrazas de cultivo de arroz perfiladas por palmeras que crecen a lo largo de las zanjas de riego. Se trata de un complejo sistema de irrigación que componen túneles, compuertas, tajaderas, canales y acueductos que, desde las montañas hasta el océano, reparten el agua por los cultivos. Este complejo sistema lo mantiene una red de templos del agua desde los cuales los sacerdotes controlan el sistema agrícola que conforma los cimientos de la cultura balinesa. En la segunda mitad del siglo XX solo han sufrido dos hambrunas. La primera vez fue en 1963, cuando el Agung entró en erupción y cubrió la isla con una capa de cenizas. La segunda ocurrió en los setenta, cuando llegó la revolución verde. El empeño del Gobierno balinés por introducir el sistema de producción agrícola que triunfaba en medio mundo terminó en fracaso: una plaga tras otra acabó con los cultivos. El Gobierno balinés admitió su error y restauró el viejo sistema. Dicho de otro modo: el método tradicional, ensayado durante siglos en la isla, dio sopas con ondas a los científicos de la revolución verde.

 

Pero su verdadero fracaso es África, a pesar de los numerosos intentos por introducir los exitosos proyectos mexicanos e indios. En ello han influido diversos tipos de factores: por un lado, las volátiles condiciones políticas, una corrupción generalizada y una casi total ausencia de voluntad por parte de los Gobiernos africanos. A ello hay que sumar aspectos ambientales habituales en gran parte del continente, como la escasa disponibilidad de agua para riego o la gran diversidad de pendientes y tipos de suelo en un área determinada. Todo esto hace que África sea el continente en el que falló la revolución verde.