Un nuevo estudio sugiere la existencia de un grupo de neuronas que recuerdan, colectivamente, los rostros de las personas que conocemos.

 

La calidez se siente en el pecho. Cuando alguno de nuestros abuelos nos reconoce, los años de cercanía y relación se manifiestan inmediatamente en sus rostros. Con los años esta reacción inmediata tiende a perderse, por el desgaste del sistema nervioso y la pérdida de sinapsis entre las células del cerebro. A pesar de que este mecanismo se desgasta con la edad, sin importar la etapa de la vida, todos compartimos ese funcionamiento para identificar a una persona de entre 8 mil millones que hay en el planeta. Podría ser que, finalmente, hayamos encontrado las neuronas en las que estas relaciones se establecen de origen.

 

‘La neurona de la abuela’

 

Por décadas, las investigaciones habían sido en vano. Sin embargo, el reciente hallazgo de la ‘neurona de la abuela‘ arroja nueva luz sobre la manera en la que los seres humanos reconocemos a los demás. De entre la multiplicidad de células cerebrales con las que contamos los seres humanos, podría ser que un grupo específico de ellas sea el responsable de la percepción sensorial de las personas que conocemos.

 

No es la primera vez que se habla de este conjunto de neuronas. Las suposiciones empezaron en la década de los 60, como una propuesta teórica. Se le conoció coloquialmente como ‘neurona de la abuela’, y tuvo detractores ácidos por años. Incluso Winrich Freiwald, neurocientífico encargado del estudio, no creía que existiera cuando la investigación empezó.

 

Estas neuronas, según sugieren investigadores de la Universidad Rockefeller, son el vínculo entre la percepción y la memoria. Ubicada en el polo temporal del cerebro, es clave para relacionar lo que vemos con lo que recordamos a largo plazo. De acuerdo con el estudio, se trata de una población de células que recuerda en conjunto los rostros que hemos conocido a lo largo de la vida.

 

¿Te conozco?

 

La investigación reveló que existen muchas neuronas sensoriales que procesan información facial, que colaboran con otros grupos de células cerebrales que la almacenan. Hoy, los científicos que condujeron el estudio creen que podrían existir híbridos entre ambos extremos, que contribuyen a que el proceso se lleve a cabo con más facilidad.

 

Estas neuronas son altamente selectivas, por lo que responden a los rostros de las personas que hemos visto con más frecuencia que a los desconocidos. La reacción química es instantánea: descartan las caras que no conocemos, prefiriendo aquellas de las que sí tenemos registro en el cerebro.

 

Sofia Landi, primera autora del artículo, destaca que estas relaciones se afianzan con más fuerza si los encuentros son constantes y físicos. Los encuentros virtuales, dice la experta, nunca lograrán imprimir una imagen tan fuerte en el cerebro. “[Lo que hemos visto] en una pantalla pueden no evocar la misma actividad neuronal que los rostros que conocemos en persona“, concluye.