• La publicación será parte de la plataforma de revistas digitales del INAH y garantiza la puesta en valor del vasto patrimonio cultural estatal

Con un bosquejo de las publicaciones de 2020 que ya forman parte del acervo de la dependencia, las cuales han divulgado el quehacer de académicos e investigadores del Centro INAH Tlaxcala, se presentó la octava edición del suplemento cultural La ChíquINAH, que ha creado un puente de comunicación con la comunidad en la entidad.

La página oficial de la dependencia dio muestra del uso de los recursos digitales como elemento a favor de la comunicación y la difusión a lo largo del periodo de confinamiento. Es el caso de dicho suplemento cultural, el cual surgió como parte de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, para difundir la labor de la representación del INAH en el estado.

“Su publicación, la cual será parte de la plataforma de revistas digitales del INAH, garantiza la puesta en valor del vasto patrimonio cultural de Tlaxcala, justo a la luz de las conmemoraciones por los 500 años del encuentro de dos culturas”, expuso el director del Centro INAH Tlaxcala (CIT), José Vicente de la Rosa Herrera, al agradecer el empeño del comité editorial y de las plumas participantes.

Asimismo, reconoció a uno de los impulsores de la edición, el investigador adscrito al CIT, Milton Gabriel Hernández, quien hasta ahora fungió como coordinador editorial, y en este 2021 cedió la estafeta al historiador Nazario Antolín Sánchez Mastranzo.

En su intervención, el director del Museo Regional de Tlaxcala, el etnólogo Diego Martín Medrano, hizo alusión al nombre del suplemento: “chíquina”, animal —entre felino y roedor omnívoro (cacomixtle o tlacomiztli, en náhuatl)— cuya imagen distingue a este órgano de difusión cultural. En conjunción con el acrónimo INAH, que da identidad a la institución, “ChíquINAH” alude a la “actitud curiosa que lo hace indagar por las diferentes zonas del estado”, subrayó en referencia  a la labor de los investigadores y participantes de la publicación.

Las secciones “Sabías que…“, “INAH Informa” y el código QR incluido en la edición, se resaltaron como elementos que enriquecen el suplemento, al socializar información institucional y de instancias relacionadas, de una manera acorde a las nuevas tecnologías.

Sobre el contenido de la octava edición, el especialista del área de Servicios Educativos del Museo Regional de Tlaxcala, José Manuel Andalco López, expuso que su texto El Museo Regional de Tlaxcala y la inclusión, aborda el papel de este recinto como agente de inclusión social y desarrollo de la comunidad, por lo que es una necesidad ofrecer alternativas para su acceso, sobre todo a los educandos.

“El museo debe considerarse un instrumento educativo donde se pueda aprender de la cultura de un modo dinámico, activo-integrador, a partir de una praxis lúdica”, abundó al reiterar que se continuará respetando el derecho a la inclusión y el acceso a la cultura.

Refrendando una de las premisas del INAH, la labor formativa, la tutora de becarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, María Guadalupe Andrade Morales, consideró necesario “seguir explorando en el terreno de la difusión a la par de la enseñanza”, tema que aborda en su artículo Viento en popa: el programa de difusión en Cacaxtla-Xochitécatl.

Su labor de más de 23 años en ese sitio patrimonial, avala el quehacer de la comunicadora, lo mismo que los diversos talleres y actividades lúdicas, como los cursos dominicales pausados por la contingencia sanitaria, los cuales han dado significativos resultados en la divulgación académica y el vínculo con la comunidad de San Miguel del Milagro y sus visitantes.

 Por su parte, el pasante en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Moisés Neftalí Nava Rodríguez, expuso sobre su aportación en el suplemento, titulada Las campanas y sus guardianes: los artesanos del pueblo del Rosario Ocotoxco.

En un recorrido por algunos de los talleres de artesanos de la región tlaxcalteca, Nava capturó parte del proceso de los “hacedores de campanas”, el cual puede llevar entre dos y tres meses. Del oficio que enorgullece a los protagonistas y las comunidades enteras, el antropólogo apuntó “que la primera campana se fundió en Atlihuetzía, Tlaxcala, dando continuidad a una tradición que inició en 1526, por lo que tiene cerca de 500 años”.

Es un trabajo de riesgos y satisfacciones, pues son toneladas de peso, cuyo proceso “abre una red económica que incluye la compra de la leña para fundir, la madera para apuntalar, las manos que intervienen en el vaciado. Se genera un vínculo con la comunidad y crea identidad”, concluyó el investigador al destacar que “Tlaxcala cuenta con un gran tesoro que también son sus artesanos”.

La octava edición de La ChíquINAH está disponible al público en la página electrónica del Centro INAH Tlaxcala.