El guion de este espacio, logra aterrizar conceptos de la cosmovisión tolteca, para explicar la fundación, el desarrollo y el culto posterior de este milenario centro ceremonial.

El 14 de febrero de 2019 abrió sus puertas el Museo de Sitio El Cerrito, en la zona arqueológica localizada a siete kilómetros del Centro Histórico de Querétaro, con una propuesta que abundaba en la cosmovisión tolteca para comprender el devenir de este milenario centro ceremonial que, incluso, tras su decaimiento hacia 1260 d.C., siguió siendo considerado un espacio sagrado por los grupos otomíes-chichimecas, hasta el siglo XVII.

Entre otras actividades que ya planea, el museo celebrará su segundo aniversario con la mención honorífica obtenida recientemente en los Premios INAH, particularmente dentro del galardón “Miguel Covarrubias”, dedicado a la Museografía e Investigación de Museos, la cual —si las condiciones del semáforo epidemiológico lo permiten— le será entregada el próximo 15 de febrero en el Museo Nacional de Antropología.

Los artífices de la museografía de este espacio queretano fueron el arqueólogo Juan Daniel Valencia Cruz, y los diseñadores gráficos Adrián Colchado Rico y Daniel Valencia Bocanegra.

El autor del guión científico y director del proyecto de investigación en la zona arqueológica, Daniel Valencia Cruz, comenta que el Museo de Sitio ha permitido democratizar el conocimiento derivado de 25 años de trabajo en El Cerrito, mediante un lenguaje sencillo que permite llegar a todos los públicos, de ahí su éxito. En 2018, el sitio fue visitado por cinco mil personas, cifra que se elevó a 75 mil durante el primer año de apertura del recinto museístico.

Tras algunos años de contar con un Centro de Atención al Visitante y una Sala de Interpretación, y la obtención de mayores resultados en las exploraciones, así como una selección de 220 piezas halladas en las mismas, fue el momento de pensar en un museo que diera cuenta de este lugar ancestral, para lo cual se contó con el apoyo del Gobierno del Estado de Querétaro, a través de su Dirección de Sitios y Monumentos.

El diseño arquitectónico mantuvo la propuesta de espacios semicirculares, cuyo impacto visual no afectara la apreciación del basamento piramidal de 30 metros de altura, el cual es el ícono del antiguo centro ceremonial. La planta del edificio, que alude a las formas serpentinas de la cerámica tolteca, está adaptada a los desniveles de suelo y permite al público acceder por rampas, lo que le convierte en un museo accesible.

El Museo de Sitio El Cerrito se compone de cuatro núcleos que dan cuenta de un espacio que fue un centro ceremonial, no un asentamiento habitacional ni una ciudad. “Las salas refieren a la cosmogonía de los pueblos toltecas. La primera alude a sus orígenes, para ello nos valimos de códices como la Historia Tolteca-Chichimeca y el Mapa de Cuauhtinchan no.2, así como de la escultura en piedra recuperada en el sitio arqueológico, para destacar que estos grupos legitimaban su presencia y carácter civilizado, mediante su origen, siendo uno de los siete pueblos que salieron del mítico Chicomóztoc para poblar la Tierra, dotados por los dioses con sus insignias, sus reliquias, su lengua y su patrona, Itzpapálotl (‘mariposa alas de obsidiana’).

“Así, en el segundo apartado abordamos la fundación del sitio conforme a la definición tolteca, en clara alusión al lugar etéreo del que ellos procedían y donde cohabitaban con la divinidades, las llamadas ‘Tollan’; también se menciona la división del cosmos y lo que representan cada una de las construcciones del centro ceremonial”, explica Valencia Cruz.

La sacralización del espacio es el tema del tercer núcleo, ejemplificado con la serie de ofrendas que fueron depositadas, en tiempos prehispánicos, previo a la edificación de las estructuras arquitectónicas, entre ellas la Sala Roja y las plazas de los Malacates y de la Danza. 

Las ofrendas cotidianas, aquellas que se depositaban en la superficie de los altares, son el centro de la cuarta sección. Los arqueólogos recuperaron cuatro braseros de más de un metro de altura, del tipo reloj de arena, en los que fueron quemadas pequeñas oblaciones, consistentes en punzones de hueso, figurillas de barro, cuentas de concha, de caracol y de cerámica, y abundantes puntas de proyectil, principalmente de sílex.

Estos depósitos, “dan cuenta de que grupos que transitaron por aquí o visitaron el antiguo centro ceremonial, ofrendaron estos elementos que procedían del intercambio de mercancías con lugares distantes; hallamos turquesa proveniente de Nuevo México, en el suroeste de Estados Unidos; bordes de turquesa mexicana y una pieza cerámica procedentes de Chalchihuites, en Zacatecas; malacates con chapopote de la Huasteca, y concha Spondylus de las costas del Pacífico.

“Lo anterior indica que El Cerrito era conocido más allá de su zona. Hablamos de una las características de los sitios toltecas, que eran ‘panmesoamericanos’, pues contaban con reconocimiento más allá de sus fronteras”, sostuvo el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Al centro del Museo de Sitio El Cerrito, un jardín circular encarna el quincunce o los rumbos del universo mesoamericano, cada uno sostenido por un árbol cósmico; el visitante puede admirar un mezquite al norte, al sur un maguey pulquero, al poniente la palma de yucca o izote, y al oriente una ceiba endémica. 

“Algo que hemos manejado es la valoración del espacio, de la investigación y de la conservación. La arqueología debe ir más allá de la descripción, porque el manejo de conceptos técnicos impide acceder al conocimiento de los sitios, pero si empezamos a valorarlos desde los aspectos histórico, social, económico y ambiental, sobre los cuales se desarrollaron, podemos ciudadanizar de manera más efectiva toda esta información”, concluyó el arqueólogo.