“La insignificancia es siempre una garantía de seguridad”.

Esopo

 

La City simboliza un espacio para la seguridad humana y así lo a sido desde su inicios pues son: espacio para la convivencia cívica entre sus habitantes, núcleo de formación de ciudadanos, destino para el intercambio de bienes y servicios, resguardo contra las agresiones de la naturaleza y de las poblaciones adversas y escenario para el ejercicio de la política en sus tres dimensiones: como proceso (politics), resultado (policy) y estructura (polity).

 

Por eso, la seguridad en la City es un reclamo de ciudadano y la inquietud que manifiestan sus habitantes es un hecho incontrovertible que debe tomarse en cuenta, aunque muchos factores generadores de inseguridad no dependan de la vida urbana, de la convivencia entre los habitantes, de la forma de la ciudad o de sus actividades y funciones –por ejemplo, el crimen organizado es hoy más global que local, como ocurre con el narcotráfico-, factores más generales como desigualdad social, desocupación, exclusión e incertidumbre frente a la idea de futuro, generan sensaciones de inseguridad presentes en la cotidianeidad de la vida urbana. Y es que no se pueden obviar los datos objetivos que indican la inseguridad como un hecho ni la res-ponsabilidad de la City por sus déficits urbanos y su gestión y administración, pues los procesos de urbanización generan desigualdades y exclusiones, los déficits de las políticas públicas (en cuanto a vivienda, transportes, espacios públicos, empleo) producen tensiones que generan violencia y el mal funcionamiento de las instituciones que imparten justicia y brindan seguridad (por defecto, omisión o mal uso de sus competencias) agrava la inseguridad.

 

La solución fácil es recurrir a enfoques represivos basados en la vigilancia, cero tolerancia y mano dura, que son insuficientes y originan excesos que afectan, sin que mejore la seguridad objetiva. Si bien es un error considerar posible una seguridad absoluta para todos en todas las dimensiones, es necesario crear mecanismos para hacerla valer y garantizarla para todos los habitantes de la City.

 

Precisamente, las políticas públicas de Citymarketing crean las condiciones básicas para garantizar la seguridad de los ciudadanos al incluir aspectos urbanos integradores y excluyentes, buenas prácticas de convivencia pacífica, integración social, calidad de vida y experiencias negativas de barrios cerrados y ghetos sociales, la multiplicación de la violencia y la generación de zonas rojas, la prevención de conflictos, violencia y delito, así como la promoción del desarrollo integral para reducir los factores que facilitan esos comportamientos. Además, en Citymarketing se deben analizar los conflictos que enfrentan los habitantes, las condiciones de los colectivos (víctimas y/o victimarios), la realidad cotidiana zonas rojas, los servicios públicos (transporte, seguridad vial, vivienda, alimentación, empleo), los datos objetivos se conocen y se contrastan con la percepción de inseguridad subjetiva, se intercambian experiencias internacionales y se evalúan con indicadores de resultados.

 

Pues una política pública de Citymarketing no compete únicamente a gobiernos locales o regionales: involucra distintos órdenes de gobierno en todos sus niveles, a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y requiere participación ciudadana en la elaboración y aplicación de políticas públicas. De ahí que lo único seguro -bien seguro- que todos tenemos es la muerte…