“Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo” Proverbio chino.
Desde cuando las comunidades se organizaron en Estados y entregaron su dirección a los gobernantes, han tratado de que los ciudadanos no se alejen de la toma de decisiones. Las Monarquías donde el rey era el ser absoluto y el concurso del pueblo se veía como innecesario para la toma decisiones, hicieron que el papel del ciudadano estuviera disminuido y que su participación activa en la vida política no fuera posible. Con la evolución de los de los gobiernos y el establecimiento de las modernas democracias, han aparecido figuras como “referendo”, “plebiscito”, “Cabildo Abierto” y la “iniciativa popular” pero la excesiva regulación las ha vuelto impracticables.
Hoy hay nuevas alternativas que buscan que la relación gobernante-gobernado sea expedita y eficaz y una de estas es la figura del Cabildeo, entendido como “la posibilidad de acudir ante una persona para que -aprovechando sus conocimientos y capacidad intelectual- exponga la posición del particular que lo contrata, respecto a determinado asunto que una autoridad esté conociendo y sobre el cual debe decidir”.
Visto así, el cabildeo es una figura connatural con los sistemas democráticos, caracterizados por la participación activa de los ciudadanos que buscan contactar a la autoridad que toma decisiones que los afectan, directamente o acudiendo a personas que -por reunir ciertas características y cualidades- lo hagan a su nombre. No es un fenómeno nuevo y ningún país ha sido ajeno a él: durante años lo han venido practicando diferentes agremiaciones y sectores que buscan que las decisiones gubernamentales que los afectan, no sean tomadas sin el conocimiento de las necesidades de ellos, los afectados. Asi, proliferan personas que realizan esta actividad en las democracias, pero que -ante la ausencia de una regulación adecuada- se presta para obtener prebendas personales o incurrir en figuras delictivas. Además, la imagen negativa que algunos le adjudican y el desconocimiento generalizado de su funcionamiento y ausencia de regulación, hacen que esta figura sea poco atractiva para la comunidad y que muchos lo consideren como ilegal, anti-ético y poco profesional.
El cabildeo es un vehículo que puede fomentar una relación más clara, transparente y dentro del marco de la legalidad, entre un ciudadano (o grupo de ciudadanos) y la autoridad que toma una decisión que los afecta, lo que bien enmarca este proceso dentro del concepto de políticas públicas y de Politing.
El término cabildeo, hace referencia a la alternativa que tenían nuestros ancestros de recurrir al Cabildo o Ayuntamiento, con el fin de cambiar, trasformar o derogar una ley cualquiera. Sin embargo, frecuentemente, se recurre al anglicismo lobby, mucho más generalizado en varios de los países latinoamericanos. Este anglicismo viene haciendo carrera y su uso se ha vuelto tan común, que frecuentemente se escucha en reuniones sin importar el lugar, el tiempo, el modo, ni la hora, hasta el punto de entrar a formar parte de nuestro diario vivir. Es tan fácil ya, toparse con él, que hasta en los titulares de los principios medios de comunicación lo encontramos.
Hay defensores de uno y otro vocablo que esgrimen razones de toda índole. De todas formas, es necesario poner de presente que el significado de cabildear como “procurar con maña ganar partidarios en una corporación o cabildo” no corresponde con la realidad cobijada por el concepto de lobbying. Más aún, riñe con ella. Y es que en el Diccionario de la lengua española (edición 1992) un primer significado de “maña” corresponde a “destreza o habilidad”; sin embargo, el segundo lo relaciona con “vicio o mala costumbre”, que está alejado del significado de cabildeo.
Estas nuevas realidades han originado una serie de conceptos relacionados. Así, el sustantivo lobby hace relación a la oficina, lugar o agencia en donde se desarrolla la actividad y en castellano corresponde a la expresión cabildo. La palabra lobby como verbo -al igual que su gerundio lobbying– equivale a cabildear y se asocia con las actividades y los medios utilizados por esta técnica, para llevar a cabo sus objetivos. El lobbyist, se refiere al agente, persona o grupo que tiene facultad para llevar a cabo o prestar este servicio. Es común encontrar la palabra lobista, como intento de castellanizar el anglicismo. Sin embargo, la traducción autorizada equivale al vocablo cabildero.
El asunto no es meramente semántico e involucra cuestiones de idiosincrasia latina, influencia de medios de comunicación, la misma sonoridad del término, la costumbre y hasta la desinformación en torno a este concepto. En todo caso es conveniente tenerlos bien claros, para que no suceda lo del candidato que descubrió que cuantas menos cosas hacía, menos probabilidades había de que la gente viera cómo no sabía hacer algo.