“No me quejo si alguien que ha leído el libro
lo encuentra aburrido, absurdo o despreciable,
ya que yo tengo una opinión similar…
sobre sus comentarios.” John Ronald Reuel Tolkien

El 2015 es el año de la Evaluación y todos hablan de ella…y como todo se debe (¿puede?) evaluar, está de moda y sin eso, disque no hay salvación. Sin embargo, no se puede hablar de evaluación, si ANTES no se habla de lo que se va a evaluar: No se puede hablar de evaluación de Política Pública, sin antes saber qué es una Política Pública, cómo se construye, cómo se formula e implementa y hasta cómo se termina…cuáles son su dimensiones, sus elementos básicos, actores…sus alcances y límites. Mas aún es necesario saber qué NO es una Política Pública y en qué se distingue de los programas y acciones, qué tiene que ver con los objetivos, las metas, las estrategias y las tácticas, etc.

Y es que para evaluar una Política Pública, hay quienes se basan en la popular y rítmica definición del profesor T. Dye, de que: “Política Pública es todo lo que el Estado hace o deja de hacer” y asumen que todo -absolutamente todo- es Política Pública y hasta las circunstancias meteorológicas las incluyen dentro de esta carismática definición y así, si llueve, es por culpa de una Política Pública, lo mismo si hace sol, sombra, calor o si el día está opaco. Algo similar ha sucedido con y por la definición de Política Pública del profesor Yeheskel Dror: “La forma como se comunica el gobierno de turno con nosotros los ciudadanos”. Por ella, ya muchos aseveran que si el gobernante se ríe, está haciendo Política Pública y que si estornuda, fue por culpa de una Política Pública…y es así como se ha brindado el margen propicio para que todos -sin excepción- seamos expertos en este importante campo de estudio investigación y acción. Flaco favor le han hecho estas definiciones románticas, toderas, novelescas al estudio serio y la estructuración profunda y cimentada de este campo, considerado en países anglosajones con el sencillo, pero muy profundo mote de ser la “Ciencia de las Políticas Públicas”.

Con este panorama, bien vale la pena preguntarse dónde quedan los conocimientos necesarios para evaluar políticas públicas, si no se conoce PREVIAMENTE, cuál y cómo es el PIPP: Proceso Integral de Política Pública, sus alcances y límites, sus más de sesenta definiciones comúnmente aceptadas y esa -hoy día- extraña relación entre Políticas Públicas con la moral y la ética, qué implica el hecho de que el ser humano sea el centro, justificación y razón de ser de una Política Pública…y entender cómo y por qué contribuyen todas las otras disciplinas al campo de la Política Pública: el área más multidisciplinaria de las ciencias sociales… Es decir, entender la Política Pública como la única herramienta de las ciencias sociales “que tiene dientes” para cambiar la realidad social, es una tremenda responsabilidad y un gran encargo que como sagrado compromiso no puede dejarse en manos únicamente de los evaluadores…

Y es que pretender evaluar una Política Pública, sin antes saber lo que es una Política Pública, es tanto como ensillar, sin antes tener la bestia, lo cual es válido para los ídem.