“Por dinero es capaz de todo…hasta de una buena acción”. Mirabeau

De un reciente tiempo para acá, se han venido popularizando los “expertos en crisis” como importante función, novedosa profesión y rimbombante moda. Y es que como aún no existe un concepto claro y comúnmente aceptado sobre lo que es una “crisis”, cuando las expectativas de alguien (gerente, coordinador, asesor, secretaria, mensajero…) no coinciden perfectamente con la cruda realidad, se puede aseverar que se está en crisis…Así, casi siempre estamos en crisis y el éxito (de estos especímenes mixtos, verdaderos híbridos entre asesores, manejadores, futurólogos, especialistas en artes varias y obviamente, con el olfato bien afinado para, en y por el marketing político y unas grandes ganas para encontrar oportunidades de negocios) está siempre asegurado

Pero lo que era ya un verdadero grito a voces en todos los países de América Latina era la peculiar forma como estos supuestos expertos hacían verdaderos milagros al lograr anular, suprimir, cancelar y desaparecer las crisis -cualquier crisis- sin importar tamaño, dimensión, profundidad o altura: con el vil metal, pues arropados bajo la filosofía de que “nadie resistía un cañonazo de 50.000”…se daban a la tarea de untar la mano a todo el mundo, cual mermelada en tostada mañanera…Como todos sabemos, Javier era poseedor de un gran olfato emprendedor y de la noche a la mañana se convirtió en experto solucionador de conflictos, crisis y similares. Pero lo realmente novedoso es que arreglaba las crisis -cualquier tipo de crisis- con ese método nada científico pero sí muy ingenioso y efectivo (eficiente y eficaz): el dinero…y así, temprano en la mañana salía de su residencia-oficina, con elegantes y grandes maletines rebosantes de dinero que él acuciosamente solicitaba -y muy comedida y puntualmente obtenía- de su generoso asesorado, con el fin de repartirlo a diestra y siniestra entre periodistas corruptos, reporteros deshonestos, locutores ilícitos, conductores inmorales y corresponsales sin pudor, sin importar filiación política, proximidad con su candidato, edad, genero o raza… Y ¡Oh prodigio! con esa magnifica varita mágica -como por arte de magia- hacía desaparecer los molestos criticones, los incómodos antagonistas, los latosos opositores, esos inoportunos testigos y aquellos chinches editorialistas…

Pero -obviamente y ni más faltaba- Javier no podía entrega todo el dinero que generosamente recibía de su asesorado…y como esos procedimientos siempre riñen con facturas, recibos, mandas y comprobantes, al final de esas largas jornadas quedaban unos buenos pesos que él muy sabiamente se guardaba para cuando tuviera que arreglar otras crisis… y así lo hizo Javier durante muchos años, pero no el que Ustedes piensan, sino Javier Santiago, un afamado consultor en “Marketing Político y Comunicación” que dio el gran salto y -como por arte de magia- de un momento a otro se convirtió en experto “asesor de crisis”, con tal éxito, que lo apodaron “el mago de las crisis”. Infortunadamente, ahora lo conocen como “Javier el finado”, pues se infartó al enterarse que se le había acabado ese infalible instrumento que muy sutil y frecuentemente utilizaba para resolver -también- sus propias crisis…paz en su fría… pero lujosa tumba.