En una de las escenas más poderosas de Los hermanos Karamazov, Dostoievski presenta a un Jesús que regresa a este mundo y resulta, por supuesto, condenado a muerte.
Poco sabemos del cristianismo primitivo, aunque los Evangelios de Nag Hammadi (publicados en castellano por Trotta) arrojan luz sobre varios aspectos que contradicen a la Iglesia actual.
La valoración de la mujer, por ejemplo, patente en el evangelio de María de Magdala, fortifica el sacerdocio femenino frente al machismo de Pedro, fundador de la Iglesia.
Es increíble que después de los Borgia la Iglesia tenga seguidores… me dirán que es falta de cultura, pero vamos: en México tenemos nuestros propios Borgia.
Un sacerdote impulsa la carrera religiosa de su sobrino, para terminar siendo asesinado por él la noche en que discuten sobre su pederastia… es una escena de la vida del fundador de los Legionarios de Cristo: Marcial Maciel. Protegido por Juan Pablo II, este criminal mexicano cometió fraudes, extorsiones y fue uno de los depredadores sexuales más grandes de una Iglesia que encubrió sus crímenes por más de 60 años, de acuerdo con el cardenal João Braz de Aviz, quien declaró que el Vaticano poseía los documentos sobre la pederastia de Maciel desde 1943.
En enero de 1941 Maciel fundó en Ciudad de México los legionarios de Cristo, y dos años después el Vaticano ya sabía que se trataba de un criminal. Juan Pablo II, recibido por los mexicanos con un fanatismo grotesco, permitió estos abusos en nuestro país y se hizo acompañar por Maciel en sus visitas a estas tierras en 1979, 1990 y 1993: ¿no parece una burla?
En 1997, ocho ex miembros de los Legionarios hicieron una carta abierta a ese papa en la que denunciaban haber sido víctimas de Maciel: el papa amado” hizo caso omiso. Fue hasta el 19 de mayo del 2006 cuando Benedicto XVI le prohibió a Maciel el ejercicio del sacerdocio y le ordenó retirarse.
Entre 1943 y 2006, en México creció una congregación que ahora reconoce abiertamente la violación de 175 menores. Todo al cobijo de un papa que al llegar a este país era recibido con coros de: “Juan Pablo segundo, te quiere todo el mundo”. Maldita inocencia: qué vergüenza.
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