El pasado 3 de Diciembre, se llevó a cabo en nuestra querida universidad un foro de análisis que tuvo como tema la vida y la obra de uno de los más grandes genios de la historia de la música: Ludwig van Beethoven, quien nació hace 250 años, alrededor del 15 o 16 de Diciembre de 1770. Precisamente, en este trágico año de 2020 el mundo entero festejaría tal aniversario, cosa que la pandemia de coronavirus echó por los suelos. La organización del foro en la UPAEP fue por lo tanto una modesta pero sincera contribución a festejar, a celebrar el legado inmortal de este famosísimo genio de la música.



Este excepcional compositor alemán era de origen flamenco, pues la familia de su abuelo paterno provenía de Malinas (Mechelen), en la actual Bélgica, a medio camino entre Bruselas y Amberes. De hecho, el abuelo -de nombre Ludwig, por cierto- fue el primer músico del que se tiene noticia en la familia. Como cantante, fue llamado a la corte del príncipe elector de Colonia, por lo que en 1733 se mudó con su familia a la ciudad de Bonn, llegando a ser nada menos que Maestro de Capilla de la corte del Príncipe Arzobispo Maximilian Friedrich. Su hijo Johann ingresó a la capilla musical como tenor y pronto se hizo de cierto renombre como maestro de música, aunque quizá era más conocido por su afición por el alcohol.

Johann van Beethoven contrajo matrimonio con Maria Magdalena Leym, con quien tuvo siete hijos, aunque, cosa normal en la época, sólo tres llegaron a edad adulta: Ludwig (1770-1827, el famoso compositor) Kaspar Karl y Nikolaus Johann. Ludwig mostró, ante los ojos de su padre, notables cualidades para la música, por lo que este le consiguió clases con maestros muy buenos. Él mismo también lo instruía, aunque al parecer también lo maltrataba. Sobre esto último no hay mucha información confiable disponible. Después de pasar algunos años en Bonn, su ciudad natal, Beethoven marchó a Viena, capital del Imperio, en donde buscó hacer carrera musical. Llegó allí, para establecerse definitivamente, en 1792.

Aunque había muchísima competencia en esa ciudad, pues en ella vivían muchísimos músicos y compositores, Beethoven pronto se destacó como pianista y como compositor. Logró hacer buenos contactos con la ilustrada clase noble de la ciudad, muchos de cuyos miembros lo apoyaron prácticamente durante toda su vida y con quienes, en muchos casos, cultivó una profunda y sincera amistad. Además, con muchos de ellos compartía las ideas modernas del momento: las de la Ilustración francesa, que habían llegado a derrocar al antiguo régimen monárquico, con la revolución de 1789. Los más importantes de estos amigos y mecenas fueron, por ejemplo, el príncipe Franz Josef Maximilian von Lobkowitz, Gottfried Freiherr van Swieten y el príncipe Karl Lichnowsky.

Algunos de estos amigos, incluso, lograron asegurar para el compositor una renta anual con la condición de que se quedara radicando en Viena. La promotora de esta iniciativa fue la condesa Marie Erdödy, apoyada por el archiduque Rodolfo, el príncipe Ferdinand Kinsky y, por supuesto, por el fiel y generoso Lobkowitz.

Beethoven no solamente fue un músico que llevó a su madurez al llamado “estilo clásico vienés” y que impregnó con su grandiosidad la vida musical de los años posteriores a él, poniendo parámetros impresionantes en cuanto a calidad y dificultad técnica. También es un representante, en la música, de esas ideas nuevas que caracterizaron a ese periodo de transición entre la Ilustración y el Romanticismo, la búsqueda de una humanidad más justa, más libre, más “humana”. Se declaró enemigo de los tiranos y de los políticos que buscan, en cuanto pueden, oprimir al pueblo. De ahí la decepción que le causó la coronación de Napoleón como emperador de los franceses en 1804

Beethoven está considerado actualmente como uno de los compositores que prepararon los caminos a la música del periodo romántico, el cual podemos fechar aproximadamente entre 1789 y 1914. Sus contribuciones a los géneros de la sinfonía, la sonata para piano, el concierto para solista y orquesta y el cuarteto de cuerdas fueron determinantes para su época y para los tiempos que siguieron. Creó obras que siguen fijando parámetros fundamentales en la vida musical de nuestros días. Es muy difícil encontrar otro compositor cuya influencia sea comparable, antes o después de Beethoven, en la creación musical y en los niveles de perfección técnica que la interpretación de sus obras exige.

Pero, además de eso, Beethoven fue un convencido de la imperiosa necesidad de la lucha por la dignidad humana, por la libertad, la fraternidad, por la igualdad entre las personas y en contra de la tiranía y la injusticia. Su admiración por la “Oda a la alegría”, de Friedrich Schiller, en la que estos anhelos se cantan, le hizo crear una de las obras más emblemáticas de todos los tiempos: la novena sinfonía con su coro final, con la letra precisamente de unas estrofas de dicha oda.

Las obras en las que Beethoven se consagra a dichos ideales son numerosas: Egmont, Las criaturas de Prometeo, la tercera sinfonía, la ópera Fidelio, la ya mencionada novena sinfonía, etc. Su creencia en Dios, en el arte, la bondad y la rectitud lo llevaron a escribir: “Inculcad en vuestros hijos la virtud; sólo ella puede hacernos felices, no el dinero”. Esta frase es sorprendentemente actual.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.
Decano de Ciencias Sociales
UPAEP