Una vacuna demora, en promedio entre 4 a 5 años, en desarrollarse y cumplir todos los protocolos de seguridad, eficacia y eficiencia; la OMS alerta de que tanta prisa, en el caso del Covid-19, podría ser contraproducente.

De hecho, coincidiendo con los rumores previos de que AstraZeneca pararía los ensayos con la vacuna de Oxford, los representantes de varias multinacionales farmacéuticas han firmado un convenio conjunto en el que ninguna se dejará presionar “políticamente” para fabricar la vacuna contra el coronavirus.

Ese compromiso lo adquirieron AstraZeneca, GlaxoSmithKline, BioNTech, Pfizer, Moderna, Johnson and Johnson, Merck y Novavax además de cubrirse con cláusulas que las eximen de cualquier responsabilidad si la vacuna provoca un daño o efectos adversos indeseables.

Quieren además, en el futuro, una campaña de vacunación exitosa y no ser utilizadas para una campaña electoral metidas ya en el juego de promesas de Trump.

Se trata de la salud y de vidas humanas. Está en riesgo que la gente no quiera ponerse la inmunización con el miedo en el cuerpo por atestiguar las prisas y las presiones atemorizada por los efectos e ignorando cuánta inmunidad duradera les dará la inoculación.

Hace unos días, The Economist publicó un sondeo acerca del tema de la vacuna contra el  SARS-CoV-2 en la Unión Americana, la encuesta aleatoria fue realizada por la empresa YouGov y mostró que “solo un 40% de estadounidenses” estaba dispuesto a vacunarse.

En Europa, las autoridades dicen que las incluirán solo para los grupos de riesgo, dejándolo opcional para quien desee ponérsela y ninguna autoridad sanitaria termina de explicar si la vacuna contra el  coronavirus formará parte de la nueva cartilla de vacunación oficial o si bien las personas que no estén en los cuadros de riesgo la pagarán de su bolsillo como ya sucede con otras vacunas.

Trump tampoco lo específica en un sistema sanitario poco garantista: si el usuario no paga por su seguro médico, no es atendido o bien,  no sale del hospital sin cubrir la cuenta; por ende,  falta el pronunciamiento de  las compañías aseguradoras y el sistema nacional de salud.

Lo cierto es que la pandemia, primero, y la búsqueda de la vacuna después, han desnudado la mala gestión, planeación y organización de Occidente; en tanto,  en Asia, China y Rusia están vacunando masivamente.

Otros países están moviendo fichas también tras el tropiezo de Oxford, por ejemplo, México que ya había tenido acercamientos con Rusia para probar su vacuna (anunciada el pasado 11 de agosto por el presidente, Vladimir Putin) tras una reunión del canciller Marcelo Ebrard, con Víctor K. Koronelli, embajador de la Federación Rusa, ahora anuncia la adquisición de 32 millones de dosis de Sputnik V.

La Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) dará su visto bueno para que lleguen las primeras dosis el próximo mes de noviembre y será distribuida con el laboratorio mexicano Landsteiner Scientific.

Si bien ha sido criticada por la OMS, señalando que se han saltado fases clínicas en su experimentación, recientemente la prestigiosa revista científica The Lancet publicó resultados de los ensayos clínicos de Sputnik V, tal y como en su momento lo hizo, avalando a las investigaciones de Oxford con su vacuna.

Al respecto de Sputnik V, The Lancet publicó:”Permite la producción de anticuerpos y no provoca efectos secundarios. La vacuna, consistente en dos vectores de adenovirus humano (rAd26 y rAd5), habría demostrado provocar una respuesta satisfactoria en las células T del sistema inmunitario”.

Elaborada por el Instituto de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaley, Sputnik V estimula “ambos brazos del sistema inmune” tanto en anticuerpos como en  repuestas de las células T.

La imagen del ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu, aplicándose la vacuna en un centro sanitario dio la vuelta al mundo, cada vez más países le piden al Kremlin un contrato para tener millones de dosis lo más pronto posible.

@ClaudiaLunaP