Como si de una batalla se tratara, las elecciones del pasado 1 de julio dejaron a un sinfín de derrotados, quienes no podrán levantarse, al menos en el mediano plazo, porque el contrincante que los apabulló y los arrasó, ha cobrado más fuerza.

 

El Partido Revolucionario Institucional fue el instituto político más afectado por el “tsunami” lopezobradorista, debido al número de gubernaturas y espacios perdidos en el Congreso de la Unión, pero también, hubo otros que corrieron con una suerte similar como Nueva Alianza y el Partido Encuentro Social, los cuales están al borde de la extinción por no lograr –en lo individual- el 3 por ciento total de la votación, necesario para mantener el registro.

 

Otros de los vencidos fueron el Partido Acción Nacional y el de la Revolución Democrática (la situación de este último se analizará posteriormente), ambos integrantes de la misma coalición, pero que al final resultó un verdadero fracaso.

 

En esta ocasión, se analizará al blanquiazul, una organización que no sólo quedó mermada en lo político tras el resultado adverso, sino también, en lo económico, ya que al perder varias de sus posiciones gubernamentales y legislativas, el mando y el presupuesto quedarán en manos del Movimiento de Regeneración Nacional.

 

Un poco de memoria

 

Acción Nacional ha atravesado por diversas crisis a lo largo de su historia. La de 1976 fue la primera, donde las pugnas internas entre dos bandos, los tradicionales (encabezados por Efraín González Morfín) y los neopanistas (liderados por José Ángel Conchello) derivaron en la no participación del PAN en las elecciones de ese año.

 

La segunda división se dio a finales de 2004, cuando el entonces secretario de Energía, Felipe Calderón decidió “postularse” para los comicios federales de 2006, lo anterior, generó molestia en el círculo cercano del entonces presidente Vicente Fox. Este hecho vería nacer a otra corriente, que hasta la fecha (aunque de manera minoritaria) permanece: el calderonismo.

 

En 2012, ya con el calderonismo en declive, la contraparte “conservadora” impulsó a Josefina Vázquez Mota para abanderar a ese partido en las elecciones presidenciales, lo que generó mayores divisiones y por ende, aceleró su caída en las encuestas.

 

La última “gran pelea” fue protagonizada en 2017 y 2018 Margarita Zavala y Ricardo Anaya por la misma razón de las antes mencionadas; sin embargo, ésta tuvo algunas peculiaridades, como la renuncia de la exprimera dama a su militancia panista y la peor votación para un aspirante del blanquiazul al menos desde el año 2000.

 

A la baja

 

De acuerdo con las estadísticas, el PAN va en franco descenso, pues desde hace 18 años, cuando alcanzó su punto más alto con la llegada de Vicente Fox a Los Pinos, es decir, con 15 millones 989 mil 636 votos, no ha vuelto a obtener ni a rebasar dicha cantidad.

 

Esto se debe a múltiples factores, uno de los principales radica en que Acción Nacional no es un partido de “masas” sino de “oficina”; en otras palabras, es un instituto que, desde su fundación, no es cercano a la gente, que no trabaja en “campo” y que su estructura territorial es mínima en comparación con la del PRI o la de Morena.

 

Un elemento a considerar es (y ha sido) su falta de formación de nuevos cuadros, es un partido que se ha hecho “viejo” y que ha importado a personajes de otras fuerzas, especialmente del tricolor, lo cual le resta identidad. Durante los dos sexenios que permaneció en el poder, no trabajó en el impulso de políticos jóvenes ni consolidó o retuvo a las futuras promesas como Manuel (hijo) y Tatiana Clouthier, Arne Aus den Ruthen Haag, etcétera.

 

El olvido y otros retos

 

La salida de Ricardo Anaya de la dirigencia azul es inminente. El proyecto que soñó se desvaneció la noche del 1 de julio y ahora, vivirá ese largo periodo que ningún político desea: el olvido y rechazo de sus correligionarios.

 

El PAN no tiene figuras que lo cohesionen; tal vez Javier Corral, Rafael Moreno Valle o el todavía gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez, sean los referentes de un partido que fue creado para debatir, combatir y denunciar al régimen revolucionario, pero que hoy navega con rumbo incierto.

 

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