Cierto es que alguien con facultades para ejercer el poder está en condiciones de hacer los cambios o movimientos necesarios en su equipo de trabajo para que, en teoría, su gobierno desarrolle una mejor labor, pero cuando estas modificaciones se dan con base en criterios ligados con la amistad, lealtad o reparto de cuotas, tarde o temprano se generará un problema mayúsculo.

 

Tal vez esto le ocurrirá a la siguiente administración (federal) que encabezará Andrés Manuel López Obrador, la cual entrará en funciones el 1 de diciembre, pero ya, desde antes de su arranque, generó polémica por ciertas designaciones del futuro presidente.

 

La “manzana de la discordia”

 

El reciente anuncio de AMLO sobre de la incorporación del ex priista, ex secretario de Gobernación y ex mandatario de Puebla, Manuel Bartlett Díaz como futuro director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no fue bien recibido por la clase política, incluso por los integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

 

Represor y cómplice del fraude electoral de 1988, son algunas de las acusaciones de las que es objeto el también ex secretario de Educación Pública en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, y es que quien se distinguió como un abierto enemigo de la izquierda, ahora, es uno de los principales aliados de López Obrador.

 

El desatino que cometió el tabasqueño al elegir a una de las figuras controversiales, radica en su deficiente proceso de selección; en otras palabras, el elemento clave que tomó fuer la experiencia política y no la técnica que requería dicho puesto.

 

Decisión arriesgada

 

Quizá el nombramiento de Bartlett en la CFE no afectará la imagen o el respaldo hacia el nuevo gobierno, pero este tipo de acciones, por mínimas que resulten, podrían mermar su fortaleza en la recta final del periodo (entre 2023 y 2024).

 


Uno de las dificultades de los nuevos gobiernos en México, radica en su falta de acercamiento y empatía con los ciudadanos, porque suelen integrarse con gente cercana o afín a la ideología del candidato ganador, no recogen las opiniones de quienes votaron por él y dejan de tener presencia en las calles para refugiarse e una oficina.

 

Cambio paulatino

 

El tema Bartlett se contradice con las promesas hechas por López Obrador en el sentido de impulsar y realizar ajustes de fondo en la manera de hacer política. Queda claro que romper con las inercias de un sistema clientelar y corrupto (como el mexicano) llevará mucho tiempo revertirlas, pero se puede rectificar en este tipo de decisiones y así, quienes aspiren a ocupar un puesto público, lleguen por méritos académicos o profesionales y no, por sus nexos con el mandamás.

 

Hoy, los militantes de Morena tienen pocos incentivos para formar parte del primer gobierno de izquierda en México, pues la tendencia marca que serán desplazados por personajes “externos” como Tatiana Clouthier, Alfonso Romo y el mismo Bartlett, este último, con la experiencia necesaria para llegar a la CFE por mantener el sentido crítico hacia la Reforma Energética, según palabras de AMLO.

 

Andrés Manuel López Obrador aún está a tiempo de conformar un gabinete sólido y capaz, libre de ataques opositores (iniciales) y dejar a un lado la soberbia y escuchar a los demás, porque no hay peor líder que el que no escucha, se aferra e impone sus ideas.

 

TWITTER:
@LccPibe