Después del galimatías derivado de la reciente elección presidencial en los Estados Unidos, los problemas y deficiencias de su sistema político quedaron evidenciados, así como una larga lista de perdedores que, por segunda ocasión, cometieron errores.

 

Un ejemplo son las encuestadoras, ese sector clave dentro de la industria del Marketing y la Comunicación Política, el cual ha adquirido relevancia en toda campaña desde los años ochenta, que lo mismo interviene en la carrera para el congreso que para un estado o la Casa Blanca. 

 

En 2020, diversos estudios demoscópicos se levantaron a lo largo y ancho del país, principalmente de dos tipos: la intención de voto y las tendencias para la composición del Colegio Electoral.

 

La mayoría de las empresas aseguró haber corregido los defectos metodológicos que arrojaron pronósticos equivocados en los comicios de 2016, en los que el abanderado republicano, Donald Trump se impuso a la exprimera dama, Hillary Clinton.

 

Números lejanos

 

En el mes de octubre, varias encuestadoras como Monmouth, Rasmussen Reports, NBC/ Marist, Quinnipiac, previeron el triunfo de Joe Biden con una ventaja de 3 a 7 puntos; otras como Susquehanna, Trafalgar Group, Fox 35/ Insider Advantage y WSB-TV/ Landmark dijeron que Trump ganaría con un margen de 1 a 4 puntos; y las menos, como Reuters/ Ipsos y CNBC/ Change Research proyectaron una victoria ajustada del exvicepresidente por 1 y 2 puntos, respectivamente.

 

De acuerdo con el sitio Real Clear Politics, en el promedio de las encuestas hechas a finales del mismo mes, el demócrata alcanzó un 50.7% (por ciento) de preferencia y el neoyorkino 44%; y en los últimos sondeos, Biden llegó al 51.8% y Trump al 43.4%.

 

Con lo que atañe a los estados, hubo mediciones como la del New York Times/ Siena que dieron el triunfo al exsenador por 6 puntos en Arizona, en Pensilvania, Monmouth lo situó 7 puntos por delante y en Michigan, la cadena televisiva CNN informó (a finales de septiembre) que lideraba por 12 puntos. 

 

Resultados negativos

 

Por donde se vea, las casas encuestadoras fallaron, sus modelos tuvieron enormes deficiencias y ante las pruebas, han tratado de excusarse argumentando que sólo midieron el voto popular y explicando los retos que tienen para recabar, vaciar e interpretar los resultados, ya que –aseguran- cada día la gente contesta menos con la verdad.

 

Si bien el año fue atípico para los estadounidenses debido a la pandemia originada por el coronavirus y la forma en la que los partidos hicieron campaña, los encargados de medir la imagen y popularidad de una figura política han quedado desprestigiados y es urgente que replanteen y modifiquen su esquema de trabajo si es que desean ser confiables para los futuros procesos electorales.

 

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