La política está llena de códigos y prácticas de todo tipo, pero también, es una actividad paradójica que por un lado se encarga, a través del parlamento, de aprobar las leyes que regirán a una sociedad y por el otro, de romper el espíritu de la constitución o su equivalente.
Asimismo, los partidos (agrupaciones conformadas para desarrollarla) están en permanente disputa, ya que su objetivo primordial es buscar el poder. Es ahí donde la política se transforma y adquiere un tono beligerante a través del ataque, la crítica, difamación o denuncia al adversario.
La realidad nacional
En México se vive un clima de polarización y confrontación entre aquellos con ideas y simpatías diferentes. Hoy, un bando se encuentra identificado con el actual presidente y el segundo, en la oposición, específicamente en las clases media y alta.
Desde la campaña electoral de 2018, las acusaciones mutuas han incrementado en espacios como las redes sociales, en los que el nivel de argumentación y debate son cada vez más bajos, cuando de analizar un suceso de interés general se trata.
Sin embargo, la red no es el único sitio para sacar las filias y fobias, también en los medios de comunicación tradicionales abundan los programas de opinión, comentarios o discusión, que si bien fomentan la pluralidad, algunos los transmiten para reflejar la postura del canal o estación y no, la del televidente o radioescucha.
Formas de reclamo
Durante los últimos meses, las calles y plazas han sido los lugares propicios para mostrar el descontento (creciente) con la élite gobernante, movimientos como el feminista o de víctimas de la violencia estructuran y aglutinan a miles de personas ajenas a cualquier liga partidista.
La fuerza de estos colectivos radica en su poder de convocatoria y en la legitimidad de sus reclamos. La inacción, insensibilidad u omisión de las autoridades en rubros como la seguridad pública y la justicia, propician bloqueos y marchas frecuentes a lo largo y ancho del territorio nacional.
Oportunismo y mutismo
Ante esto, varios partidos han mostrado su oportunismo al tomar el mismo discurso y exigencias; no obstante, el rechazo que sufren hace difícil que ganen adeptos.
En los que va de 2020, los partidos de oposición son inexistentes, debido a su ausencia mediática, pues no tienen un discurso ni una narrativa que disientan con las del Ejecutivo federal y lo que es peor, han asumido la estrategia “reactiva”, que en la comunicación política nunca será lo mejor.
No hay legislador o dirigente emanado de un sello distinto a Morena que encabece y encauce los señalamientos hacia López Obrador, es decir, que sea la “piedra en el zapato” para el mandatario y así, equilibrar la balanza de cara a los comicios intermedios del año siguiente.
¿Quiénes dan la batalla?
La Coparmex, periódicos como Reforma u organizaciones como el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), son los que asumen ese rol; empero, carecen de una base social importante, ya que los empresarios, académicos y periodistas impactan sólo en determinados sectores.
El panorama no pinta bien para la oposición en el corto y mediano plazos, el desgaste presidencial llegará y por más descontento ciudadano que haya, no bastará porque es necesario que alguien lo adopte, articule, le dé forma, lo traduzca en mensajes y en soluciones, de lo contrario, seguirá haciendo esfuerzos aislados y fragmentándose.
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